sábado, 23 de agosto de 2014

60 días de una calma en agonía


Hace 60 días besé su mano por última vez, aún cuando su piel estaba tibia. Hermoso privilegio que hoy extraño y que muchas veces por soberbia me negué. Dirán algunos que es muy cursi demostrar tanto apego hacia aquellos maternales recuerdos, que jamás olvidaré. Pero he visto a muchos, que así piensan, derrumbados por el ego, también sufrir sin calcular, más por la muerte de sus mascotas, de sus artistas predilectos o por la de la batería de su teléfono celular. 

Tu muerte aquietó mi alma. En el silencio hoy grita mi angustiada calma. Celebró en alabanza la divinidad de tu nuevo hogar, pero en materia terrenal, el dolor por tu ausencia el corazón me desgarra. Vivo este luto en paz y lucha, de cualquier forma entre perdón, amor, y esperanza. No caminé como querías que caminará, pero ando por los senderos que el Universo creó por medio de ti para mí. No soy quien querías que fuera, pero tu vida en la mía me está llevando a ser pronto quien soy, un hombre que busca antes de morir poder decir como tú…"Mi vida no fue un fracaso. Llego en paz a Dios". Y no por las victorias o derrotas materiales adquiridas sino por el bienestar que ha de sentir un ser humano que logre ser guiado por su espíritu más que por su ego. Te amo mamá. Gracias. 

(Javier Suárez. Js)

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