martes, 28 de mayo de 2013

Es mejor ser elegante con la verdad que arrogante con la razón (Por Javier Suárez)

"La arrogancia atrae el odio y la envidia. La elegancia despierta el respecto y el amor...". Cuando leí la frase anterior compuesta por el filósofo Paulo Coelho, y compartida en un muro de Facebook, recordé que dos o tres semanas atrás, una persona que me quiere hoy, con cariño me dijo en aquel ayer: ¿ No crees que el asunto se deba a la arrogancia?. Entonces sentí que por medio de dichas circunstancias Dios me estaba hablando. Y como cosa rara, yo le quise escuchar. 


Tras ese diálogo misterioso y extraordinario que con Dios se tiene, llegué a una conclusión... me faltó, me falta elegancia y aunque tuve y tenga la razón, me sobró, me sobra arrogancia. Pero debo aclarar que no sólo cito la palabra elegancia en su significado mercantil de moda, vanidad o algo similar, aunque al final eso también termina contando. La traigo con relación al significado más amplio que le dá el filósofo Paulo Coelho. Para él la elegancia es sinónimo de buen gusto, amabilidad y equilibrio. 

Lo mismo digo con referencia a la arrogancia... cuyo significado literal es: Altanería, soberbia o sentimiento de superioridad ante los demás. Pues bien, aunque una persona frente a otras tenga la razón, si carece de elegancia espiritual, su verdad más que admirada será rechazada. Su presencia más que un honor será vista como una amenaza. Sobre todo por personas que en sí, sí son arrogantes, soberbias, mediocres, débiles tal como el diccionario lo indica. 

De ahí la importancia de la elegancia en todo instante, incluso, en los momentos que no se cuenta con la razón. Vengo desde hace algún tiempo enfrentando diversos hechos que me han llevado al desánimo, a la desilusión, a la frustración y a escuchar hasta la más triste canción. Pero me di cuenta después de los 40, que desde los 15 no he sido elegante sino arrogante. Comprobado ha quedado que en la mayor parte de los casos he contando con la verdad a mi favor, no obstante, por igual, se puede verificar que dicha verdad no supe compartir o callar. Y que sin querer he inspirado más temor que confianza. (...) Y eso me lo han dicho varias veces en la cara, pero sin cariño, más como venganza, como ataque, que como observación. 

En fin la elegancia humilde no somete al elegante, a la voluntad del mediocre, ni al noble a la dirección del soberbio, pero sí ayuda a ambas partes a orientar las ideas y sus relación hacia un sano equilibrio. Ya es tarde para recuperar oportunidades y experiencias del pasado, pero las pocas o muchas que me queden desde este presente, espero poder asumirlas con elegancia sin arrogancia. Los amo.