miércoles, 29 de octubre de 2014

Endiozar, idealizar a alguien… Un nudo grande que se rompe fáci



Criticar hasta humillar o idealizar hasta elevar, es una práctica que termina rompiendo lazos. Una conducta que trata a como de lugar, mantener amarrada a nosotros la libertad de otros. No se logra llenar vacíos propios con cualidades ajenas. Atarse a alguien alabando sin parar sus virtudes o matoneándolas no es un complemento de vida, pero sí un espejismo. Una cuerda frágil que aparenta firmeza. Y que al reventarse, termina enviando al piso y de culo a quien el nudo hace.

Buscar en los demás, en forma idealizada, todo lo que NO encontramos en nosotros mismos, es un afán del ego tóxico. Juzgar al otro por el hecho de no haber sido como uno quiso que fuera, demuestra lo que de sí mismo también se piensa. Dejarse deslumbrar por egos ajenos es tan negativo como el hechizo que provoca el propio orgullo. Cuando una personalidad externa nos impacta sin expectativas, es por que es el alma y no la soberbia nuestra quien le admira. De tal modo que si al final las cosas no son como se querían, quedan experiencias más no heridas.

Dejar ir en paz lo que bienestar NO nos provoca es una sana alternativa. Culpar a ello por no haber sido una copia fiel de nuestras necesidades, solo genera desilusiones, desolaciones y más ansiedades. Sin apegos, aceptarnos primero como somos y de la misma forma recibir a los demás, forma un nudo de paz imposible de soltar.

(Javier Suárez)

Por la vida de una muerte digna

Escribo esta nota sentado al lado derecho de una cama amplia. La misma cama en la que hace 4 meses falleció mi madre luego de una desgarradora agonía. El mismo lado que yo ocupaba cuando ella moría entre mis brazos y los de mi hija. Y es que también en 4 meses, un cáncer agresivo en el hígado fue apagando progresivamente la llama de su vida. 

Para el primero de noviembre de 2014, con 29 años, Brittany Maynard ha planeado su muerte: quiere estar en su cama de matrimonio, con su marido y familiares más cercanos al lado y con música sonando de fondo cuando ingiera el narcótico que le quite la vida. "Espero morir en paz", cuenta en un video colgado en la red.

La joven norteamericana sufre un tumor cerebral agresivo. A comienzos de año, los médicos le dieron seis meses de vida. Su abierta decisión y defensa de la eutanasia lleva días desatando titulares y la mujer ya se ha convertido en el nuevo rostro del movimiento pro- eutanasia en los Estados Unidos.

Mi madre tomó decisiones parecidas. Cansada de entradas y salidas tortuosas al hospital me hizo prometerle que de su casa no la sacaría más. Quería morir en su cama. Y fue una decisión tomada por presentimiento y dignidad más que por un diagnóstico médico. En países como Colombia el sistema de salud no habla claro, no procede claro. Y termina entregando al paciente a un proceso humillante e inhumano que actúa lento a la espera de que la enfermedad sí proceda rápido. 

Rápidamente su salud se fue deteriorando. Aceleradamente su rostro iba envejeciendo. Hizo todo lo posible por ayudarse pero sus fuerzas también velozmente sucumbieron. Sufría al pensar que causaba sufrimiento. Los dolores se hacían fuertes, las noches eran de escalofriantes desvelos. Puta impotencia que se siente al saber que no hay remedio. Que alguien muere sin que se le pueda evitar el monstruoso padecimiento.

Llévenla a casa y que esté tranquila. En su última hospitalización los médicos así dijeron. Aunque supieran con certeza lo que mamá padecía, actuaban con prudente indiferencia a lo que sucedía. Quienes administran la salud en el país (EPS) no atendieron el caso. Ni como moribunda en casa mamá recibió por parte del estado dignos cuidados. Si en naciones donde la salud es humana, la eutanasia es una opción, más debería serlo en regiones que carecen de esta legal virtud. 

"Los pensamientos que uno tiene cuando descubres que te queda tan poco tiempo es que necesitas decirle a todo el mundo que los quieres", cuenta la joven que tendrá un suicidio asistido, en un video que ya ha tenido más de 5,5 millones de visitas en YouTube. 
Por su parte mi madre se empezó a despedir sin que clínicamente tuviéramos al menos una aproximación de su muerte. Aunque las pistas eran claras ante el avance notable de la enfermedad. Mamá no viviría mucho tiempo más. 

Maynard planea tomarse el 1 de noviembre una dosis letal prescrita por un médico, rodeada de su esposo, madre y algunos amigos para poder morir sin sufrimiento en su cama. 
Mi madre dejó por su propia voluntad de recibir alimentos y medicina casi una semana antes de su muerte. Un médico particular que solicité a domicilio, sugirió darle por vía intravenosa alimento y medicación, eso fue enfurecer a ese monstruo que a mamá vencía. Los dolores se tornaron mucho más crueles y por ende también la agonía. 
Mamá cuando podía hablar pidió que la dejásemos morir en paz. Sin torturas clínicas. Tuvo varias crisis en la que pensamos que en dicho instante fallecía. Pero poco a poco fue dejando de hablar, de moverse, aunque con suaves susurros daba a entender que entendía. 

Si mi madre hubiese contando con la opción de una muerte digna (Eutanasia) se le habría acompañado en ese proceso con todos los sentidos puestos en una agradable partida, sin las expectativas sanas pero asesinas de una mejoría que nunca llegaría. Pero tanto la religión como el sistema nos obligan a sufrir sin pena, a morir sin dignidad. 

Por medio de esta nota, me solidarizo, apoyo y acompañó en su recta final y a la vez punto de partida, a la joven Brittany que tendrá una muerte asistida. Admiró el temple de su alma y la forma como ha aprovechado sus últimos días con amor y felicidad. Como también admiro a quienes la aman y de la misma forma junto a ella avanzan al final. 

"En nuestro tiempo en la Tierra todo lo que cuenta son las personas que amamos y las personas que nos aman. Aprécialas. No pierdas ni un momento", es el mensaje que desea dejar Brittany. El mismo que plasmé en Facebook durante el proceso con mi madre y que he registrado en mi libro digital "El Abrazo de la Sombra" publicado en http://www.amazon.com/dp/B00O82FC0Y

"Estoy muriendo, pero estoy eligiendo sufrir menos", dijo "pasar por menos dolor emocional y físico, y evitárselo a mi familia, también", agrega la joven en el video. Maynard muestra que ya tiene preparados los medicamentos mortales en una pequeña bolsa. "Apenas puedo explicar con palabras lo aliviada que estoy de no tener que sufrir la muerte que me causaría este tumor", afirma al tiempo que desea un mundo en el que todos puedan morir con dignidad. "Mi viaje es más fácil, porque yo tengo esta opción" afirma la joven.

Ojalá en Colombia tengamos también esa posibilidad, en reemplazo de la tortura que brinda un sistema de salud tóxico ante el padecer de una enfermedad terminal. Mi plegaria por la vida de una muerte digna en cualquier lugar. 
(Javier Suárez)

miércoles, 8 de octubre de 2014

Debo Cruzar… ¿ Y tú? Escucha a tiempo tus corazonadas. Tu alma no tendrá que decir ya es tarde


Prólogo del libro
La corazonada es un paso ideal para cruzar por el mágico puente del cambio y dejar atrás la hipócrita orilla de la rutina. En este punto de mi vida, justo cuando pensaba que ya era muy tarde para tantas cosas, he dado los pasos menos pensados por los demás y más anhelados por mi espíritu. Hoy soy más feliz que ayer. Y no importan las situaciones tristes por la que un alma encarnada atraviesa, porque cuando sin soberbia a Dios se le pregunta ¿Cómo puedo serte útil por medio de este dolor, de tal situación, de tal habilidad, acierto o equivocación? ¡Ufff! La respuesta del Creador llega milagrosamente de diversas maneras. 

Siempre habrán excusas para NO abandonar la conducta, el lugar, la relación, el trabajo, la ciudad, el pensamiento… Lo que sea que esté atascando nuestra felicidad en un pantano de miedo, conformismo, inseguridad, rutina. Muy jóvenes para…; muy viejos para…; muy bajitos, muy altos, algo feos; muy bellos; demasiado pobres; muy ricos; notablemente pecadores, públicamente muy santos… En fin, la lista de pretextos para no dar ese paso nuevo hacia lo nuevo, incluso hacia al vacío, nos hace habitar en una superficie que impide diferenciar un día de otro, un nuevo año del anterior; el nuevo romance del ex; un nuevo amanecer del que se tuvo ayer. 

De todas formas lo que menos se necesita ahora son aquellos incómodos sentimientos de culpa y aquel “me arrepiento” que sin fin nos hemos acostumbrado a decir. Arrepentirse sin cambiar o juzgarse sin perdonarse es demasiado tóxico para el espíritu. Como también se convierte en mortal veneno para el alma y el cuerpo, vivir sin un propósito. Creo que aquí viene la base de mucha frustración. No tener un propósito es básicamente nacer, crecer, reproducirse y morir. Sin experimentar virtudes celestiales como el amor, la paz, la humildad, la armonía; esa cosquillita interna que te hace decir con alegría… ¡Oh! Dios, gracias por este nuevo día. Por este anochecer, por este amanecer, por estos alimentos, por mi soledad, por mi compañía, por mi don, por mi cuerpo… etc. La lista también podría ser dulcemente infinita. 

Tener un propósito de vida. Saber con certeza porqué estamos aquí, nos ayuda sin duda a cruzar puentes hacia nuevas y positivas orillas. ¿Cuál es mí propósito? La respuesta podría llegar de acuerdo a la sinceridad del sentimiento con el que la hagas. Es más, puede estar frente a tu nariz por muchos años o reciente, sin que lo hallas notado, pues es probable que lleves mucho tiempo interesado en todo, menos en ser útil a Dios, a la humanidad. La respuesta puede ser tu habilidad personal, física o intelectual. Un deporte, un arte, un oficio, un don, Etc. Palabras más, palabras menos, el payaso debe hacer reír; el pintor debe pintar; el cantante no dejar de serlo; el escultor debe darle forma al mármol, al barro, al acero; el carpintero debe hacer muebles ; el poeta, escribir… Y cada quien en lo suyo gozar, disfrutar aquello que hace, experimentar paz ante eso y sobre todo sentir que le es muy útil a Dios y a su creación. Lo demás vendrá por añadidura. 

Comparto a continuación varias reflexiones e imágenes, algunas más cortas que otras, pero todas de alguna manera a lo largo de mi vida me han ayudado a cruzar el puente. Espero que a ti también. 
Jamás despreciemos una frase, una idea, una sugerencia, una imagen, por simple, por absurda que parezca. Tanto se originen en otras personas como en nosotros mismos. Estamos destinados a ser maestros y a la vez discípulos. Al ego se le miente pero al espíritu jamás. Paz en tu interior tendrás y esa será la señal para saber si debes cruzar el puente.

Por Javier Suárez
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El Salvaje Encanto de la Pasión.


Prólogo del libro
Esta pequeña colección de “susurros eróticos” (Parte 1) tratará de desnudar con sutileza intensa el cuerpo del sexo, despojándolo de las incómodas prendas del pudor y la hipocresía. 

Quizá te ruboricen las mejillas. Te hagan hervir la piel. Inundar lentamente de pasión la caverna del deseo; Erguir la fuerza del placer hasta llegar a enloquecer. 

No obstante si quien los vaya a leer cree que es mas santo el gemido de un combatiente agonizando en la batalla que el de una persona con orgasmos en la cocina, la escalera, el auto, el suelo o la cama… Le ruego se declare impotente, sin fuerza para aceptar -sin juzgar- El Salvaje Encanto de la Pasión. 

Es probable que al final de esta lectura tú tengas las piernas cerradas , pero mantén por favor la mente y el alma abiertas. 
No juzgues la pasión, el erotismo propio o ajeno. Tampoco hagas daño con tan celestiales elementos. 
Procura bendecir tu existir a partir de tu desnudez, pues no hay prenda que logre ocultar lo que la piel te muestra. 
Bendice tu sexualidad como tu espiritualidad. Ambas se necesitan. 

Nos vemos en Susurros Eróticos II

(Por Javier Suárez)

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El Abrazo de la Sombra. La historia de un luto que podría ser el tuyo


Prólogo del libro
“La vida es corta” lo decimos y lo escuchamos muchas veces. Pero nos brinda el tiempo suficiente para experimentar el amor puro. Cuando el día a día se goza bajo esta mágica sensación, la vida deja de ser corta o larga, mala o buena, fea o bonita, dura o suave, justa o injusta. Es constantemente un motivo para que estando espiritualmente vivos podamos abrazar sin miedo a la muerte. De tal manera que cuando con ella avancemos por un nuevo camino, no llevemos consigo el peso del remordimiento y podamos libremente renacer en la eternidad de Dios. 

El luto es un traje invisible hecho a la medida de cada persona que lo ha de lucir. Cada quien lo acepta y lo experimenta de forma diferente. Es un reflejo del sentimiento que se tuvo con quien fallece. Es un canal de esperanza y alabanza por el descanso espiritual de quien de alguna manera en vida nos importó. 

Yo me he puesto este traje ya varias veces. Hoy cubre mi alma nuevamente. Como único hijo estoy viviendo la muerte de quien la existencia desde su vientre me regaló. Mi madre descansa en paz. Yo vivo en guerra y en armonía con tristezas y alegrías que vienen y van. 

Tuve de mi madre recompensas y castigos. Caricias y azotes. Besos y pellizcos. Complicidad y juicio. Madre soltera, jamás cobarde siempre guerrera. Ignorante y sabia. 

En el trayecto de esta ruta literaria te presentaré el camino que recorrí y que aún ando, antes, durante y después de la muerte de mi madre. Cada foto, cada letra tiene el propósito de ser útil a Dios y a la humanidad, pues aún del profundo dolor pueden surgir a tiempo milagrosas alegrías. 

Mamá y yo somos colombianos. No obstante por varios años formamos parte de aquel grupo de emigrantes que como inmigrantes buscan explorar la grandeza de la creación entre los límites de otra nación. Vivimos en Estados Unidos por más de una década. Mamá retorna a su raíz y regresa a Ibagué, la ciudad maternal que nos vio crecer. 

Desde la distancia habíamos padecido la tristeza de la partida de mi abuela. Tal nostalgia la inspiró a volver. A reencontrarse con gran parte de la familia. Bendiciendo siempre al país que como extranjera muy bien la acogió, daba gracias a Dios por haber podido a Colombia volver. 

Mi hija y yo podríamos visitarla en fechas especiales y compartir las bondades de ese retorno. Y así fue. Disfrutamos esa porción pequeña del destino que con alegría nos permitía vivir, mientras silenciosamente moría mamá. Un agresivo cáncer hepático comenzaba a manifestarse, sin saber con certeza que en pocos meses recibiríamos “el abrazo de la sombra”. 

Por Javier Suárez

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