miércoles, 29 de octubre de 2014

Endiozar, idealizar a alguien… Un nudo grande que se rompe fáci



Criticar hasta humillar o idealizar hasta elevar, es una práctica que termina rompiendo lazos. Una conducta que trata a como de lugar, mantener amarrada a nosotros la libertad de otros. No se logra llenar vacíos propios con cualidades ajenas. Atarse a alguien alabando sin parar sus virtudes o matoneándolas no es un complemento de vida, pero sí un espejismo. Una cuerda frágil que aparenta firmeza. Y que al reventarse, termina enviando al piso y de culo a quien el nudo hace.

Buscar en los demás, en forma idealizada, todo lo que NO encontramos en nosotros mismos, es un afán del ego tóxico. Juzgar al otro por el hecho de no haber sido como uno quiso que fuera, demuestra lo que de sí mismo también se piensa. Dejarse deslumbrar por egos ajenos es tan negativo como el hechizo que provoca el propio orgullo. Cuando una personalidad externa nos impacta sin expectativas, es por que es el alma y no la soberbia nuestra quien le admira. De tal modo que si al final las cosas no son como se querían, quedan experiencias más no heridas.

Dejar ir en paz lo que bienestar NO nos provoca es una sana alternativa. Culpar a ello por no haber sido una copia fiel de nuestras necesidades, solo genera desilusiones, desolaciones y más ansiedades. Sin apegos, aceptarnos primero como somos y de la misma forma recibir a los demás, forma un nudo de paz imposible de soltar.

(Javier Suárez)

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