viernes, 29 de enero de 2010

Sus pecas de amor y mi cordón umbilical


Mi pecosita y hermosa abuelita Mercedes, junto a Linda, la integrante más joven de la familia. El amor une generaciones.

Hace algún tiempo, en medio de una casita distante de cualquier hospital, una hermosa joven de 16 años de edad daba a luz a un bello, simpático, tierno, tranquilo y sano bebé. El suave y melódico llanto de la naciente criatura era tan dulce como... ¡bueno!- para qué mentir en esta historia, aunque sea el comienzo de la mía. Ese recién nacido fue uno de los más llorones, miones y gritones de la época.

Javier Augusto había llegado al mundo luego de un tremendo susto, en el vientre de la adolescente su cuerpo estaba al revés. Pero los oportunos masajes de la abuela Mercedes, le indicaron al inquieto niño el camino correcto para nacer.
Tres días eternos con insoportables dolores de parto, hicieron soportable aquel monento de alumbramiento y querer. Madre e hija se perdonaron. Abuela y mamá fueron por primera vez.

Llegó mi pecosa abuela en momento oportuno. Salvó mi vida y la de mi linda madre a la vez. No tenía mi "abue" ninguna arruguita cuando cortó con sus manos mi cordón umbilical. Gracias pecosita divina por ayudarme a llegar a la vida y en el transcurso de ella presente estar.
Aún enfermita y con algunas arruguitas, hoy sigues siendo una abuela especial. Te amooooo abue.

Nota: corran y abracen a sus abuelas, aunque no estén vivas. Y si no han sido tan cariñosas como la mía, !qué importa! bendícelas y perdona. ¡Hummm! qué paz tan genial.

lunes, 18 de enero de 2010

Pequeñas apocalipsis, grandes lecciones ¿aprenderemos?


Muertos entre los vivos. Foto publicada por la ONU, durante los primeros días luego del terremoto en Haiti.

Los encuentros frente a frente entre la vida y la muerte, no son novedad reciente. Toda ciencia y creencia en algún párrafo de sus experiencias, describen hechos que han llevado a miles de sobrevivientes a caminar entre miles de cadáveres mal olientes. El mismo hombre muchas veces y en otras ocasiones la naturaleza, se han encargado de crear estas dolorosas escenas.

A muchas personas, una tragedia propia o ajena, les cambia la vida positivamente. Pero en terminos generales, algo está fallando o la lección no ha sido todavía sufcientemente fuerte. No se puede percibir con claridad si la humanidad es mala o buena; si ama la luz o a la oscuridad se entrega. Si tiene alma e inteligencia o sólo es la casual evolución de una bacteria.

Por un lado preparamos asistencias de ayuda en emergencias y por el otro se planean aniquilantes guerras. Todavía el hombre debe defenderse del hombre, sobre todo de su soberbia lengua. El terremoto de Haiti nos ha recordado la terquedad en la que el mundo se ha encerrado. No quiere amar. Existe solidaridad pero más mezquindad. Existe unidad pero más indiferencia. El instinto parece guiar nuestra supervivencia y no la fe nuestra existencia.

No es cuestión de paises pobres o ricos, o de naciones blancas o negras. Cuando el temor supera el valor, en cualquier situación dominará el horror. Los afectados entrarán en pánico colectivo motivado por miedos individuales, saquearán, violarán, dispararán. En nombre del miedo todo acto aberrante se justificará. Es como un círculo. Actuaremos como humanos cuando ello nos favorezca, como animales cuando ello nos convenga, y... ¿ cómo seres epirituales cuándo procederemos?

Nadie quisera caminar entre muertos o vivir entre ellos. Ha muchos ya les ha tocado. Aún no a la mayoría. Pero en cualquier instante una experiencia así, puede ser tuya, podría ser mía. ¿Estamos preparados para eso? ¿Tendrá nuestro corazón el suficiente amor, y nuestro espíritu el grano de fe que necesita para soportar el calvario de potentes agonías? Incluso, si fueramos tú o yo las víctimas ¿ nos atrapará la muerte con la esperanza de una eterna vida?

La mejor forma de alistarnos para cualquier apocalipsis es amando el día a día con el presente que nos bendice. Enfocando nuestros sentidos en todo aquello que nos brinda buena energía, en todo aquello que hacia el amor nos guía; Que nos ayuda a tener buenos sentimientos y a desechar vibras negativas .

Algunas diferencias entre los tipos de sentimientos nos pueden indicar si son, relativamente hablando, buenos o malos; Estos últimos nos hacen sentir muy mal. Sus caratérísticas, citadas en algunos libros de auto reflexíon y motivación, suelen ser; resentimiento, depresión, ira, amargura, venganza, odio, crítica destructiva, envidia, temor a todo y a todos, culpa constante, etc. "En otro nivel" como señalan entre otros, el físico Ben Johson y la escritora Lisa Nichols, se le conoce a los signos anteriores como mala vibra o mala frecuencia.

De la misma manera, exponen que los sentimientos buenos pueden ser identificados por que provocan una sensación de bienestar natural, entre ellos: satisfacción, esperanza, expectativa pero feliz, ánimo, pasión, alegría, gratitud, y sobre todo AMOR.

Todos tenemos de ambas clases de sentimientos, la cuestión es cuáles escogemos, a cuáles les dedicamos mayor pensamiento, mayor dedicación. De la respuesta que cada persona se ofrezca depende que esté o no preparada para enfrentar con fe o sin ella, cualquier situación, incluyendo un fuerte temblor. Aún los caminos cubiertos por la muerte, conducen a la vida eterna, cuando se recorren con la fe que nos hereda... Cristo Jesús.

miércoles, 13 de enero de 2010

La tierra tiembla para que el corazón se raje

foto BBC
(Por JS)
En esta ocasión un potente terremoto en Haití, está logrando lo que la profunda pobreza de esa nación nunca obtuvo antes, que el mundo la mirara con compasión. A la par de las causas y consecuencias físicas que provocan y dejan los temblores, se presentan también las sociales y espirituales. La tierra tiembla para que el corazón se raje. 

Aunque sea sólo por algunos días, los daños y dolores que causa un devastador terremoto, logran desencadenar un ambiente mundial de solidaridad. Presidentes de todas partes dan sus condolencias y ayuda humanitaria todos planean. Siguiendo cualquier medio de comunicación, la mayoría de personas lloran y dicen orar por las víctimas del desastre natural.

La tendencia a unirnos sólo cundo una catástrofe así lo exige, se ha convertido en una especie de mandato universal. La creación Divina nos complace. Tal conducta es la base establecida tanto en profecías bíblicas como en predicciones esotéricas, para augurar que sólo una destrucción total permitiría el resurgir de una raza humana nueva, más sincera, verdadera y constantemente más unida, aun en la felicidad. 

Estoy aprendiendo, por medio de mis propios temblores espirituales, que la fortaleza necesaria para soportarlos, no viene de afuera sino de mí mismo. Una persona puede vivir en un edificio hecho a prueba de sismos, pero sin amor y fe en su corazón, vivirá aplastada bajo las ruinas de la amargura, del egoismo, del miedo a perder en cualquier instante lo material que ha tenido o de que se le acabe el tiempo sin haber riquezas conseguido; Del pánico a morir sin creer en un resucitar en Cristo o mínimo en una mejor reencarnación.

Otra persona, llena de amor y fe, que se encuentre enfrentando la terrible sacudida del temblor y vea caer su techo en mil pedazos, jamás morirá o continuará viviendo, incluso en medio del natural miedo, sin experimentar la calma que genera la esperanza de un positivo amanecer o de un hermoso "más allá." 

Claro que sirven las manifestaciones de solidaridad. Soy muy vitales las donaciones y esencial la asistencia social. No obstante, ningún rescate es más efectivo que el que cada individuo se hace a sí mismo. La Cruz Roja, 10 presidentes, mil religiosos, mil religiones, un millón de personas pueden favorecer para bien o para mal la vida de otras. Aquel que saca de su alma las fuerzas de la fe, puede caminar más pronto, en comparación al hombre que prefiere esperar a que alguien le traiga las muletas. 

Esta tragedia en Haiti me invitó a bendecir lo poco que tengo y lo mucho que deseo. En mis oraciones imagino a haitianos, dominicanos, colombianos, venezolanos, rusos, norteamericanos, etc, viviendo alegres entre sí y en armonía con la naturaleza. La fe mueve las montañas sin aplastar nuestro espíritu con ellas. El amor nos une también en fiesta. De nuestra actitud individual depende el cambio general y evitar que nuestro corazón se raje sólo cuando la tierra tiembla.

lunes, 11 de enero de 2010

El día que un ave me cagó


Foto tomada desde la ciudad de Hoboken con vista a la localidad de Jersey City en el estado de New Jersey. Enero 11 de 2010. Por Javier Suárez

Una playa inmensa, un cielo infinito, más de mil personas sobre la arena, y fue en mi cabeza el único lugar que encontró un ave para cagarse.
Mi primer visita a una zona turística de Miami, fue adornada por hermosos paisajes, los topples más sensuales, y unos pequeños gramos de mierda de paloma.

El incómodo y oloroso suceso, se expuso como el augurio de los buenos tiempos que, bajo ese bautizo animal, podria tener el recien llegado a las tierras del Tío Sam. ¡ Claro! ese era el cuento que ayudaba a ponerle fe a un hecho que más bien parecía una señal de mala suerte que de prosperidad. Por fortuna ni las vacas ni los elefantes vuelan, me dijo un pariente. De lo contrario, no estaríamos limpiándolo sino desenterrándolo primo. ¡Caramba! el humor negro no escasea ni en la familia. De una paloma fui su sanitario y de algunos amigos el hazme reir por casi un año.

Nueve años después y en Nueva Jersey, una hermosa escena de un ave quieta, que posó para mi lente sin temerme, me hizo pensar que esa parte del reino animal me ofrecía disculpas. Se las acepté, y disfruté fotografiando a ese encantador y tierno ser.

Me di cuenta que no estoy en este mundo únicamente para que todo salga como quiero, sino también para querer todo como salga. Al fin y al cabo, cada situación presente en mi vida, ha sido el resultado de un deseo anterior. Logros que aveces no veo por enfadarme, por desconcentrarme, por atemorizarme ante escenas que aún luciendo desagradables, tristes, adversas, son peldaños que forman parte de la escalera. Aquella que nos puede guiar a la cima eterna de la armonía o a la profundidad infinita de la agonía.

Dar las gracias por lo que se tiene, bendecir todo lo que nos sucede y concentrarnos unicamente en lo que nos hace feliz, nos ayuda a disfrutar desde ya, de un reino Divino, del que somos herederos.

Por Javier A. Suárez