viernes, 29 de enero de 2010

Sus pecas de amor y mi cordón umbilical


Mi pecosita y hermosa abuelita Mercedes, junto a Linda, la integrante más joven de la familia. El amor une generaciones.

Hace algún tiempo, en medio de una casita distante de cualquier hospital, una hermosa joven de 16 años de edad daba a luz a un bello, simpático, tierno, tranquilo y sano bebé. El suave y melódico llanto de la naciente criatura era tan dulce como... ¡bueno!- para qué mentir en esta historia, aunque sea el comienzo de la mía. Ese recién nacido fue uno de los más llorones, miones y gritones de la época.

Javier Augusto había llegado al mundo luego de un tremendo susto, en el vientre de la adolescente su cuerpo estaba al revés. Pero los oportunos masajes de la abuela Mercedes, le indicaron al inquieto niño el camino correcto para nacer.
Tres días eternos con insoportables dolores de parto, hicieron soportable aquel monento de alumbramiento y querer. Madre e hija se perdonaron. Abuela y mamá fueron por primera vez.

Llegó mi pecosa abuela en momento oportuno. Salvó mi vida y la de mi linda madre a la vez. No tenía mi "abue" ninguna arruguita cuando cortó con sus manos mi cordón umbilical. Gracias pecosita divina por ayudarme a llegar a la vida y en el transcurso de ella presente estar.
Aún enfermita y con algunas arruguitas, hoy sigues siendo una abuela especial. Te amooooo abue.

Nota: corran y abracen a sus abuelas, aunque no estén vivas. Y si no han sido tan cariñosas como la mía, !qué importa! bendícelas y perdona. ¡Hummm! qué paz tan genial.

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