jueves, 27 de diciembre de 2012

"Como un helado de coco sin coco, pero feliz"


Aparentemente no era un paisaje hermoso, pero me quedé observándolo. Me di cuenta que sin mi afán, el tenía su encanto. La nieve empezaba a caer y desde antes muchos decían... ¡Empezó el mal tiempo! ¡Qué horrible clima se avecina!. Y esos muchos tuvieron razón. Su tarde se convirtió en pesadilla. El viento quemó con frío sus mejillas. El tráfico congestionado en ríos de estresados las avenidas convirtió. Pocos miraron lo que yo veía. Un fenómeno natural que exponía la magia de la creación. 
Con varias capas de ropa me protegí del frío, sin maldecirlo lo enfrenté. Y pisando prudentemente, sin maldecir, por la calle caminé. En una esquina me detuve y mi cámara saqué, no era un paisaje hermoso pero una foto le tomé. No pude evitarlo. Era lo que tenía. Vías embarradas por la nieve y una baja temperatura por la que mis dientes crujían. Aún así me di cuenta que sin mi afán, aquella escena su encanto celestial tenía. Y que con la naturaleza se debe convivir, mucho mejor que como el hombre con sus semejantes insiste hoy vivir. Y así llegué a casa. Como un helado de coco sin coco, pero feliz. 
Para por un instante. Respira profundo y con calma. Verás en la paz de tu esperanza lo que el afán y el miedo no te permiten ver. La misma cosa pero mucho mejor. (Por Javier Suárez)

martes, 25 de diciembre de 2012

Nada de propósitos “pinochos” para el 2013



Si se dieran medallas a quienes al final del año cumplieron las metas que al comienzo del mismo se trazaron, creo que ni de barro yo obtendría una condecoración. Pero sí usted es de lo que sí se merece una presea de oro, le envío mi felicitación. 

Como propósitos pinochos, es decir mentirosos, podría calificar más de la mitad de las metas que juré cumplir al iniciar este 2012 que ya finaliza. Tengo una nariz grande desde que nací y menos mal no es real que crezca más y más con cada mentira, si así fuera, mi nariz, como la de muchos, sería tan larga como una autopista. ¡Bueno! Aclaro que no hablo de engaños al prójimo sino de auto promesas hechas que no cumplí... es decir, mentí a mí mismo. 

Me propuse ser un mejor ser, menos soberbio, más compasivo. Menos temeroso, más creyente. Menos crítico, más reflexivo. Menos arrogante, más modesto. Menos falso, más sincero. Menos indiscreto, más prudente. Poco postizo y más auténtico. Nada fastidioso, muy simpático. Cero hipócrita, 100 por ciento franco. Menos perezoso, más atleta. Menos soñador, más práctico. Poco bullicioso, más silencioso. Nada envidioso, siempre noble. En fin... la lista fue larga y el balance corto. No hice todo lo que quise. Me faltó fe, paciencia, humildad , ganas de ser feliz y la fuerza espiritual y física para defender sin guerra ese deseo de felicidad. 

No obstante cada instante es bendición cuando así se le ve. Y el darme cuenta que pinocho en mis promesas fui, es un paso especial para volverme a prometer lo mismo otra vez, pero ahora, con mayor compromiso, pues no vale la pena que el año venidero vuelva a ser lo mismo. ¿Y tú... qué medalla mereces? 
Por: Javier Suárez (Js)