martes, 4 de octubre de 2016

“Sangre de Egos...” Imperio Romombiano


Como en la antigua Roma, en la moderna Romombia se llevan también a cabo batallas sangrientas, ideológicas, políticas, populistas... Por el poder. 

Desde mucho antes de Cristo, como hoy- 2016 años después- todo sigue lo mismo. Gobernar en cualquier lugar a como de lugar es todavía el gran objetivo. Y hay que alcanzarlo, con traición, coalición, con piedras, con palos, con flechas, con lanzas, con fusiles, con redes sociales, con sexo, con paz, con guerra, con guerrilla, con ejército, con oración, excomunión, exorcismo, paramilitarismo; con falsos positivos, con discursos populistas, con acuerdos frágiles y peligrosos plebiscitos; con medios de comunicación vendidos. Pero sobre todo con el arma de armas, los habitantes de un pueblo que poco o nada piensan por sí mismos; que hablan demasiado de aquello que saben nada o muy poquito; que siguen a ciegas por el camino de barro o mierda que otro les señala, aunque ese otro, camine sobre oro fino.

Los tiempos no cambian porque aún cada persona no lo hace. Manipular a las masas es más fácil que atraer a un corazón reflexivo; a un hombre, a una mujer, a un homosexual o transexual que piense por sí mismo. Que sepa con certeza que sentimientos hay en su corazón, que nunca está vacío. Que sin vacilar siga las emociones que lo llevan hacia el bienestar espiritual y no al abismo del mundano egoísmo. 

Muchos esperan que les indica un discurso para tomar una decisión, ignorando que las palabras casi siempre son parte de la estrategia, mientras que los sentimientos propios son esencia del ser. Otra cantidad repite sin parar aquello que escucharon, lo repiten tanto que aun sin sentirse cómodos con el asunto, terminan creyendo en ello, aunque pruebas, experiencias, conocimientos o argumentos no tengan al respecto; Cientos no se atreven a renunciar a su historia personal o colectiva, esa que les hace gritar "pobre de mí, de mi país. Me pasó esto, fui víctima de aquello, jamás podré olvidar. No se puede perdonar. Nada puede cambiar. Solo el Dios en el que creo, o el presidente que elegí o aquel por el que no voté, cambia o empeora este mierdero, porque yo no tengo la responsabilidad, ni la oportunidad de hacerlo. Es que el gobierno, es que mi vecino, es que mi jefe, es que mi enfermedad, es que mi religión, es que..."

... Y eso lo saben los emperadores y senadores de todos los tiempos. Aquellos que buscan el control por ego. Que se acostumbraron a las delicias soberbias del poder que ofrece un pueblo cuyos habitantes aún no piensan por sí mismos. 

Las guerras que le dieron gran auge al Imperio Romano también lo desangraron. Pero su caída provino desde su propio estilo de gobierno. Traiciones y asesinatos entre familiares por ascender al trono. Conspiraciones en el imponente senado para obtener sobornos. Guerras mortales creadas con débiles enemigos para ocultar otro objetivo. Bacanales que duraban días entre la clase alta que promulgaba moral. Sueldos elevados para los más ricos funcionarios del gobierno, electos por el pueblo hambriento. Corrupción. 

Los tiempos no cambian porque aún cada persona no lo hace. Y eso lo saben los emperadores y senadores de todos los tiempos. Como los de Romombia, Nerón Santos y Cayo Uribe. Ambos aprendieron con fatal ego, que en el circo de la política, la sangre, la guerra, la paz (No el bienestar), el populismo, la desinformación, le siguen gustando al pueblo. 

No obstante en la eternidad del universo todo es posible. Por insignificante que parezca un sencillo paso, dado hacia el lado correcto nos puede alejar del abismo. Empecemos por nosotros mismos. Como sugerencia, cada quien, sin preguntarle a la televisión, al pastor , al cura, al político, al vecino, y en la soledad tranquila de algún espacio y momento, respirar lenta, profunda y suavemente. Una, dos, tres, cuatro y cinco veces o más. Cuando la respiración es lo único que llama la atención, te darás cuenta que la cantidad de pensamientos que genera la mente se han reducido notablemente. Estás en un silencio interno fascinante, diferente. La oportunidad ideal para dialogar contigo mismo. Te podrías preguntar ¿ Es este el país, la ciudad, el barrio, la casa en la que quiero vivir? ¿Qué he hecho para vivir como quiero? Deja entonces ir en paz tu pasado. Renuncia a tu historia personal y colectiva. Renace a partir de esa comunicación con Dios en tu interior, sin bullas, sin gritos, sin chismes, sin algarabía. Perdona, perdónate y arranca (0) kilometros con el motor potente de un espíritu libre que ha recorrido como esclavo toda la vida. 

Enfócate en las cosas y personas que en el ahora te causen bienestar. No en aquello o aquellos que te incomodan. Y a partir de esa naciente perspectiva, formarías parte de ese grupo de individuos que creen en la gloriosa eternidad, bondad, buen humor y amor real del poder que los creo. 

Un conjunto de individuos que han transformado primero su interior, puede cambiar la estructura de una sociedad que sigue primitiva aunque use teléfonos inteligentes. Y de paso generar una renovada clase política que nunca bañe a su pueblo en la terrible sangre de egos.

Con afecto...

Javier Suárez (susurro)