lunes, 15 de febrero de 2010

"El ciego, el sordo, el mudo, y yo"




Sin dejar de ver, que bien hace no observar las cosas que al alma logran alterar. ¿Para qué enfrentar con la mirada a la persona que tu calma acaba? Mirar a los ojos de una fiera o de un enemigo, sin paz en tu alma, es como arrojar leña mojada al centro de una fogata que la lluvia apaga.
Sin dejar de oir, que bien hace no escuchar aquello que al espíritu quiere acabar. ¿Para qué permitir que por nuestros oídos entren los ruídos que destrozan los sentidos? Escuchar al mentiroso, al chismoso, al perezoso, envidioso, hipócrita y negativo, es intentar beber agua de un pozo ya vacío.
Sin dejar de dialogar, que bien hace no hablar de todo lo que al final logra enfermar. ¿Para qué responder con gritos, el alarido que al corazón con susto hace dar brincos? Cualquier palabra dicha sin respeto ni amor, es una herida abierta empapada en sal y limón.

Ser ciego ante lo negativo es ver con fe el mañana. Ser sordo a las voces negativas es oir la sinfonía de una vida en armonía. Ser mudo ante la bulla desctructiva es hablar con Dios y disfrutar de la alegría.
No me veas cuando mi actitud te ofenda. No me oigas cuando con rabia grite. No me hables cuando mi conversación sea absurda. Soy ciego y veo. Soy sordo y escucho. Soy mudo y hablo. Soy Yo. Por Javier A Suárez M.

lunes, 8 de febrero de 2010

A las puertas del Cielo en el fondo del infierno


¡Qué calor hace aquí abajo!. Parece no haber brisa que refresque el alma cuando ella está ardiendo. El Universo tan infinitamente inmenso se reduce a un cuarto oscuro, habitación de tormentos. Quizás puedan rescatar a víctimas de entre los pesados escombros que deja un fuerte terremoto, pero ni a ti, ni a mí, ni a nadie... algo o alguien nos sacará de la profundidad infernal de nuestros miedos- ¡Bueno! a no ser que cada ser así lo desee, así lo sienta, así lo afirme, así lo espere.

El domingo recibí un mensaje por Facebook de una amiga colombiana que aprecio mucho. Ella es atractiva, joven, inteligente, profesional, independiente. No obstante el miedo se había mezclado en su saludo. En su mensaje decía: "Humm.... no sé en qué momento se me cayó la valentía y no la encuentro, jejeje, y me siento solita... y hoy quisiera haber despertado con alguien a mi lado y haber salido hoy a caminar con ese alguien y haber preparado el almuerzo con él... y ver tele con él... ¿ Con quien???? No lo sé... aún espero para ver que me trae Dios..."

Ahí estaba mi amiga, padeciendo el fuego despiadado de la soledad. LLama viva de angustia que precisamente por estos mismos días, incinera también mi vida y estoy seguro que la de miles y miles más, aunque acompañados han de estar. A su mensaje le respondí: "Seguimos deseando sin esperar en calma. Pedimos a Dios con una fe, de duda disfrazada. Sabemos lo que queremos y lo que al Universo pedimos, pero aún no aprendemos a permanecer tranquilos. ¿ O es fe o es miedo_? no hay aproximaciones. Cuando la realidad es diferente a lo anhelado, sin duda nuestros sentimientos están contradiciendo nuestros deseos... o estos han de ir en contravía con relación a como estamos actuando.
Sólo cuando logremos apuntar hacia igual dirección el deseo, el sentimiento y la acción, lograremos ver lo que nos oculta la luna o nos esconde el sol. Estamos a punto de alcanzar muchas cosas amiga. Lo presiento. Lo percibo, pero debemos una y una y una vez más, volver a elegir para salir de la recaída espiritual, que al cuerpo suele también arrastrar. Se puede, se puede, se puede, lo vamos a lograr. Avanzaaaaaaa, please."

Mi respuesta no sólo fue escrita. Luego de enviarle mi mensaje, me alisté con ánimo para ir al gimnasio. Después de haber decidido no ir, pues en verdad, me sentía deprimido, enfermo y frustrado. Pero aquel llamado de auxilio de mi amiga, fue a la vez mi rescate de entre las ruinas. Ella me hizo reflexionar. Me di cuenta que yo estaba igual, y que mi actitud contradecía la fe que en mis escritos exponía. Y sin fe ¡upsss ! sin fe, se vive en el fondo del infierno. Sometidos a los efectos de las razones que generan los temores, llámense desempleo, envidia, rencor, enfermedad, chisme, negativismo, pesimismo, odio, o soledad, entre muchas, muchas más.

Sigue siendo más creible y fácil, responsabilizar al destino por todo lo sucedido. Culpar a alguien de nuestras desiluciones amorosas. Afirmar con hipócrita resignación que todo dolor es prueba de Dios, y no responsabilidad de nuestro libre albedrío. Él me engañó. Ella me obligo. Me mintió. Me juro. Me dijo. Pero yo le di. Le entregué todo... en fin, las excusas salen a mil por segundo. Mientras que las causas verdaderas ni en cámara lenta hacen su aparición.

No somos los mejores vecinos pero criticamos al de al lado cuando no saluda. No estamos entre los mejores empleados pero maldecimos o le estorbamos al compañero que hace un buen trabajo. Queremos una pareja para nosotros pero deseamos la que tiene el otro. Decimos con firmeza... Dios Tú todo lo puedes, pero jamás encontraré al amor de mi vida, y mucho menos me ganaré la lotería.

Sin fe no hay autoestima y mucho menos esperanza. La fe es la convicción y la gratitud por lograr o tener todo aquello que aún no se ve. Es una sincronización perfecta entre lo que se siente, se desea, se dice, se piensa. La fe, sin importar la edad, sexo, nacionalidad o condición social, nos lleva a las puertas del cielo aún estando en el fondo del infierno. Abrazos.
Por Javier A. Suárez Martínez