jueves, 2 de febrero de 2012

El día que fuimos "bautizados por el mar"... Prohibido ahogarse.





Varias personas me han preguntado sobre mi experiencia al bucear. Es por ello que me sumerjo con ellas en mi inolvidable aventura marina. Prohibido ahogarse.

Introducción
Desde New Jersey, Estados Unidos, viajé en diciembre del 2011  a República Dominicana. Más que un viaje de turismo fue una visita paternal a mi hija Valeria. Ella radica en Santo Domingo, la capital. Mi pulguita terminaba sus exámenes escolares, los presentaba en la mañana y hacia el medio día de su colegio salía para el resort La Hamaca, allí con alegría la esperaba. 

Dentro de las actividades que realicé con mi hija se encuentra el buceo. Vi por la playa a un hombre ya de edad adulta pero de aparente buen estado físico, cargando unos pesados tanques, cilindros o botellas de aluminio y usando un  traje térmico especial. Recordé entonces a uno de mis héroes de infancia... A Mike Nelson, el "Investigador Submarino". Era el personaje de una clásica serie de televisión conocida en inglés como "Sea Hunt". La historia describía a un buceador que realiza un sinfín de tareas bajo el agua: desde recuperar un satétite caído al mar, hasta rescatar a un piloto de la fuerza aérea eyectado, desactivar un misil o buscar un tesoro hundido. 

En fin... el asunto es que me antojé de bucear. Un sueño que tenía seco por culpa del húmedo temor a la profundidad del mar y motivado además por el deseo de brindarle a mi hija esa nueva experiencia. El hombre del que les hablo era el jefe instructor de navegación del resort. Sin pensarlo separé cupo tanto para mi reina como para mí.

El Comienzo
¡Ok! LLenamos un formulario afirmando que ni el dedo gordo del pie derecho nos dolía. Luego, a la piscina. Ya me empezaba a sentir como si fuera Mike Nelson...¿Recuerdan? el investigador submarino que... En fin. Por primera vez teníamos a nuestras espaldas esos pesados tanques de oxígeno; En nuestros pies esas graciosas aletas de rana; En la cara una impactante máscara y en la boca algo diferente a una rica empanada colombiana... un extraño regulador que teníamos que morder con cierta presión. 

Todo iba bien hasta que nos tuvimos que sumergir con todo el equipo puesto. Menos mal era en la piscina, primera etapa antes que el mar. En el primer intento no pudimos controlar la tétrica sensación de asfixia. Aspirar y espirar solo por la boca y por medio de un aparato extraño y dentro del agua, no es algo al inicio muy cómodo. Cuando no era la respiración el problema, lo eran las máscaras que se inundaban de agua. No obstante, la teoría y la práctica se unían. Fue más fácil para mi hija de trece años de edad, vencer estos obstáculos. Mi niña se sumergió hacia el fondo de la piscina y no tuve de otra que seguirla e ir venciendo los temores nadando. 

El Bautizo del Mar
Es el término usado para designar a la primera inmersión que un buceador hace en el mar. Cada institución de buceo lo realiza en función de sus propias prerrogativas y normativas. En el caso de las federación francesa (la FFESSM, afiliada a la CMAS), el bautizo (baptême de plongée en francés) puede realizarse, por ejemplo, a partir de los ocho años de edad, sin certificado médico1 y alcanzando una profundidad máxima de seis metros. En una estructura privada como P.A.D.I. el bautizo de mar recibe el nombre comercial en inglés de Discover Scuba Diving, autorizado desde los 12 años. Consiste en una clase teórica, una práctica en aguas confinadas y una inmersión en el mar. Se baja desde 3 a 10 metros de profundidad dependiendo del centro de buceo, esta práctica es para quienes quieren bucear sin restricciones. 



Ahí estabamos com mi hija, montados en una lancha. Alejándonos de la poco profunda orilla de la playa para ir en busca de lo desconocido, al menos para los dos. LLegamos al punto de zambullido. Descenderíamos por una cuerda hasta los 12 metros de profundidad. Aún en la pequeña embarcación me seguía sintiendo como Mike Nelson...¿Recuerdan? el investigador submarino que... En fin. Pero mi espíritu heróico se desvaneció cuando se acercó el momento de saltar del bote, de espaldas, hacia los brazos fríos del majestuoso mar dominicano. Y no sólo mi "heroismo de televisión" sufrió cambios. También mi respiración, mi pulso, mi ritmo cardiáco, mi estómago...etc. Empecé a cuestionarme...¿ Qué hago aquí? ¿Porqué no llevé a mi hija a cabalgar o la dejé tranquila textiar en su celular mientras me bronceaba en la playa? Muchas preguntas sin tiempo para respuestas. Ya estábamos en el agua. Con los flotadores activados nadamos hasta la boya que sostenía la cuerda. Mi hija iba unos dos metros delante de mí, acompañada muy de cerca por el instructor de inmersión. 

Primer intento de inmersión; Mi hija trata de bajar pero sube rápidamente a la superficie. Su máscara se llena de agua, su respiración se complica. El instructor la calma. Yo la consuelo, pendiente de una señal en ella que me indicara que no estaba lista todavía para esta experiencia. Prueba de nuevo. Sucede lo mismo. Sube a la superficie segundos luego de sumergirse. El instructor la orienta. Yo la consuelo mientras que estoy rogando por que me diga "daddy" intentémoslo otro día. Regresemos a la orilla. Pero no. El carácter de mi hija no se ahoga facilmente. Desciende otra vez por la cuerda. Entre tanto yo en la superficie esperando que suba para decirle que era suficiente por el momento. Que nos preparáramos más en la piscina. ¡Upsss! Esta mujercita sigue bajando. Nuevamente el amor de padre me empuja a seguirla. A vencer mis temores que ya eran bastantes y a descender por la cuerda, mientras la presión los oidos molesta y la tétrica sensación de asfixia nada a tu lado. Además que se alborotan al mismo tiempo todas las fobias, como la Talasofobia, miedo al mar; La Bathofobia. sensación de miedo o temor a las profundidades; Cardiofobia, sensación de miedo o temor a los problemas cardiacos; Cainofobia, sensación de miedo o temor a perder metas, a fallar o miedo a ser derrotado; Apeirofobia, sensación de miedo o temor al infinito o a las cosas inmensas; Alektorofobia, sensación de miedo o temor a las gallinas u otras aves de corral... ¡Bueno! Esta última no tanto. ¡Jajaja!

Para que esta nota no sea tan profunda como el mar ni se ahoguen ustedes en el aburrimiento, les concluyo diciendo que el secreto está en mantener el control. En pensar que el fondo submarino nos regala una escena Divina, también obra de Dios, un cuadro natural inolvidable que vale la pena contemplar. Cuando se está buceando libremente se goza de una paz inimaginable. Los temores con el descenso en mí no desaparecieron pero sí los pude controlar y disfrutar con mi hija del "bautizo del mar". ¡ Nos vemos abajo!. 

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