lunes, 25 de julio de 2011

Nunca dejes de escucharme aunque no quieras oirme


Recuerdo cuando empezaste a explorar a mi lado algunas aventuras que el mundo te ofrecia, como aprender a montar sin ayuda la bicicleta azul que tenías. Atenta escuchabas mis palabras. Mis consejos fueron  importantes para tu éxito aquel día. 
 
En menos de una hora ya montabas sin apoyo tu nueva bici, aquella que te compró la "abue" tutila. Querías experimentar triunfo y lo conseguiste. Pedaleabas con seguridad mientras escuchabas las voz de papá que sudando detras de ti corría... !Animo pulguita! ¡No mires hacia atrás! !Frena un poco, frena suave amor! !No tan rápidoooooo hija mía!!! 

Ambos nos asustamos divertidamente. Tuve miedo al dejarte avanzar sola sobre esas dos ruedas, pero no amarré tus alas a mis temores.  Tuviste temor de montar solita tu bicicleta pero sabías que papá sin sostenerte estaba cerca y te decidiste a aprender, a conquistar una nueva experiencia.   

Estabas pequeña corazón. Me escuchabas más de lo que me escuchas hoy. ¡Bueno! aún no usabas tu teléfono BlackBerry y muchos menos el Facebook. Pero aquel día que aprendiste a montar sin ayuda tu bici, fue una prueba del trabajo que se hace en equipo y con amor. Mis palabras te orientaron con experiencia y tu me oiste con sincera atención.  

Sé que ahora mis palabras las recibes más como regaños que como consejos. Sé que ahora yo regañó más que aconsejar. Sé que actué de la misma manera con mi madre, que también fue mi papá. Con los años de ello me arrepiento. No obstante puedo afirmar, que con lo poco que la escucho he logrado  muchas metas alcanzar. 

Padres e hijos, en familia o separados, jamás deben permitir que el trabajo en equipo se terminé. Por eso hija mía, nunca dejes de escucharme aunque no quieras oirme. 
Te quiere... papá. 

POr (JS)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No olvides dejar tu comentario