El otoño desnuda el verde con el que nos viste la primavera y al calor del verano aleja con caricias frías que al invierno esperan.
Las plantas ya han cumplido y sus frutos ya han dado. Casi no hay cosechas pero sí árboles cansados. La energía que había en sus hojas hacia la raiz ha bajado, como reserva de fuerza para los tiempos helados.
El ser humano se vuelve más lento. El organismo requiere adaptaciones. El descenso de las temperaturas la vitalidad absorve. El sistema respiratorio padece afecciones, asciende el riesgo de virus e infecciones.
Pero es el otoño una Divina bendición, entre hojas secas también se habla de vida, también se escribe de amor. Y aunque a esta época se le considere envejecer... Es estación perfecta para empezar el renacer.
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