viernes, 18 de septiembre de 2009

La envidia nos pone verdes




En serio, la envidia puede teñir de verde el cerebro. El deseo enfermizo por lo ajeno activa las mismas zonas cerebrales que se estimulan con el daño físico. Además, ante al fracaso del otro, 'se disparan' los centros cerebrales del placer. " No me alegro pero sí siento un fresco" cuando un envidioso se sale con la suya experimenta una especie de orgasmo. No obstante, esta satisfacción, resultado de un sentimiento negativo, al final termina siendo también muy destructiva.

La persona envidiosa: muestra resentimiento. Se siente dolido por el éxito de otros. No olvida ofensas. Es muy nervioso. Muestra tristeza o coraje entre el bien de los demás. Ve mejor vida en otros. Tiene comportamientos destructivos. Critica a quien se le ponga enfrente

Dr. Enrique Rojas, Psicólogo y Psiquiatra. La envidia ha inspirado a muchos escritores para escribir grandes dramas, porque es un sentimiento humano que produce verdaderas tragedias. Consiste en la tristeza o pesar que produce en una persona el bien ajeno. Básicamente es un pensamiento negativo deliberado hacia otra persona, que puede tener múltiples razones.

Por Camila Schumacher: Deseo de lo ajeno activa las mismas zonas cerebrales del daño físico. Además, ante al fracaso del otro, 'se disparan' los centros cerebrales del placer. Quien siente envidia suele avergonzarse e intentar disimularlo. Pero, aunque se esfuerce por padecer en silencio, las más de las veces su propio cuerpo lo delata: el rencor lo hace retorcerse tanto como cuando es sometido a un dolor físico, e incluso su cerebro puede teñirse de verde.

Y es que la envidia se sube a la cabeza. “El deseo de tener lo que otros tienen estimula la corteza cingulada anterior dorsal del cerebro, es decir, la misma región que se activa cuando se padece dolor físico”, afirmó Hidehiko Takahashi, autor principal del estudio publicado en la revista Science. Según Takahashi, cuanto mayor es el arrebato de envidia, más intenso es el flujo sanguíneo en esa región neuronal. Por eso, aunque el envidioso intente controlarse, no consigue evitar que su cuerpo se contraiga o su ceño se frunza. Además, la resonancia magnética mostró que, cuando la sangre se acumula en esa zona cerebral, el órgano se torna verdoso. “La asociación entre dolor y envidia estaba ya en la sabiduría popular, pero hasta ahora no tenía una explicación científica”, manifestó el experto.


El placer de ver fracasar
No todo es dolor en la mente de los envidiosos. Con la máquina de resonancia magnética se evidenció que solo imaginar a la persona envidiada cayendo en desgracia hace sentir un placer semejante al de comer un chocolate o mantener una relación sexual.

“Así como la envidia es dolorosa, ver fracasar a otros genera una descarga de dopamina que activa los centros del placer del cuerpo estriado del cerebro”, señaló Takahashi, quien recordó el refrán: “Las desgracias de los otros saben a miel”. Finalmente, la investigación descubrió que la magnitud del dolor generado por la envidia tiene una correlación neurológica con la intensidad del placer de “ver” al otro fracasar

“La envidia funciona, entonces, de forma similar a los sistemas cerebrales que procesan necesidades, y que hacen que, cuanto más hambriento o sediento esté uno, más placentero será comer o beber”, dijo Takahashi, que manifestó su disposición a seguir investigando las respuestas neuronales de otros sentimientos.


Cambia tu color
Yo he sido envidioso muchas veces. Y muchas veces me he puesto verde. Las ojeras se marcan más de lo normal. Mi mirada pierde brillo. Se dispara mi ansiedad y llego al punto de no identificar entre el bien y el mal. La envidia sucede cuando nos desconectamos de la fe. La fe, entre algunos significados, es: Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo. Seguridad, aseveración de que algo es cierto. En resumen, la fe es confianza, es seguridad. Pero en qué o en quién.

Es diferente desear un carro nuevo a desear el auto cero millas de tu vecino. Es diferente desear unos senos grandes, a criticar las tetas enormes de tu mejor amiga. La fe es una flecha que lanzas en la dirección que tú quieras. Si tienes confianza en tus miedos sólo obtendrás temores. Si te enfocas en lo que quieres, en lo que tienes, y no en lo que no quieres o careces, podrías tener un buen proceder para alejarte de la envidia y del envidioso.

Es diferente decir: ¡hummm, quiero un vestido nuevo y voy a tenerlo" a expresar: "maldita sea sólo tengo ropa vieja, nunca podré lucir bien". En el primer caso, tu fe positiva te hará experimentar una fuerza interior pacífica que te elevará hacia esa realidad. En el segundo caso, tu fe negativa te enterrará de cabeza en un abismo de miseria, desesperanza y envidia.

Creer en tu origen divino es fundamental para que sientas que vienes de una fuente infinita de bendiciones. Pide lo que quieres a esa fuente. La mía es Dios, es Cristo Jesús, pero mi fuente no sentirá envidia, si le pides al Universo o a la energía positiva. Agradece. Dá gracias por aquello que tienes, y por aquello que has pedido. Y recibe. Disfruta con los ojos cerrados o abiertos, siente la alegría que te brindaría el tener lo que has pedido. Ese placer es mucho más sano para ti, que el placer logrado por un envidioso al sufrir y ver sufrir. Así que creer, pedir, agradecer y recibir. En resumen, fe en tu amoroso proceder, es la mejor manera para que tu cerebro, corazón y mente, no se pongan verdes.

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