martes, 22 de septiembre de 2009

El insomnio de mi piel




Llegué cansado a casa. Un día de duro de trabajo. Quería que una ducha tibia relajara los 650 músculos de mi cuerpo agotado. Y así fue.

Un vaso de leche caliente y descremada me ayudaría a dormir. Primero el noticiero, luego un hermoso instante de oración. Todo listo para ingresar al reino de Morfeo, el dios mitólogico griego de los sueños, hermanastro de la muerte, hijo de Nix e Hipnos.

En la tarde 70 veces por minuto mi corazón latía. En cama mi pulso descendía. Comenzaba a respirar con menos frecuencia pero normal, de 12 a 15 veces por minuto, con relación a las 20 durante la jornada laboral.
No recuerdo si apagué la luz del baño o no. Dormido quedé, pero jamás había estado tan despierto, como esa noche que con tu cuerpo soñé.

No estabas a mi lado, pero descansabas junto a mí. Mi camisa preferida como pijama hacías lucir. Mi piel empezaba a sudar por ti. Te veías divina y muy sensual. Ternura y lujuria inspiraba tan erótica irrealidad.

Estabas de espalda pero de frente yo consentía, tus caderas de guitarra y tus piernas de autopista. Autopista que sin frenos mis labios empezaron a recorrer. No habían semáforos pero me detuve por doquier. Desde la punta de tus pies lentamente mis besos ascendían, mientras rápidamente mi pulso también subía.

De los 10 mil aromas diferentes que mi nariz puede distinguir, fue tu olor a fina hembra la que mi sangre hizo hervir. Las 20 millones de células olfativas que poseo como humano, en tu aroma de pasión todas se concentraron.

Sentiste mi respirar, esta vez más agitado. Te diste la vuelta y rostro a rostro nos miramos. Estabas tan bella, sin maquillaje, sin peinar. Con tu pijama desabrochada tu pecho me quizo saludar. Como todo un caballero a él me acerqué. Dándole mi mano y luego un beso, deposité en la cumbre de tus senos, la primer gota que sudó mi piel.

No quería que terminará tan ardiente sueño. Seguí con mis dedos y labios esta vez buscando tu cuello, dejando sin dolor la marca de mi deseo. ¡ Hummm! te mordiste suavemente los labios. Entendí tu llamado. Y en besos prolongados nuestra ansiedad mojamos. Me indicaste con un gemido un nuevo destino, que con mis dedos y labios pausadamente pisé. !Eureka..! la encontré. La más hermosa caverna de amor y placer. Esa parte de encanto infinito con mis sentidos exploré. ¡Huauu! a esta altura el litro y medio que diramente produzco de saliva, la mayor parte de tu fascinante tez cubría. Y tu boca a mi cuerpo empezaba a responder. ¡ Qué besos! ¡ qué caricias! ¡qué...! que mierda con ese gato que interrumpió mi soñar. Pero te juro que hoy, nuevamente mi piel por ti, insomnio tendrá.

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