"Lo que eres, es el regalo de Dios para ti. Lo que hagas con lo que eres, es regalo de ti para Dios"... No sé quién lo dijo pero acertó.
martes, 22 de septiembre de 2009
El insomnio de mi piel
viernes, 18 de septiembre de 2009
La envidia nos pone verdes
En serio, la envidia puede teñir de verde el cerebro. El deseo enfermizo por lo ajeno activa las mismas zonas cerebrales que se estimulan con el daño físico. Además, ante al fracaso del otro, 'se disparan' los centros cerebrales del placer. " No me alegro pero sí siento un fresco" cuando un envidioso se sale con la suya experimenta una especie de orgasmo. No obstante, esta satisfacción, resultado de un sentimiento negativo, al final termina siendo también muy destructiva.
La persona envidiosa: muestra resentimiento. Se siente dolido por el éxito de otros. No olvida ofensas. Es muy nervioso. Muestra tristeza o coraje entre el bien de los demás. Ve mejor vida en otros. Tiene comportamientos destructivos. Critica a quien se le ponga enfrente
Dr. Enrique Rojas, Psicólogo y Psiquiatra. La envidia ha inspirado a muchos escritores para escribir grandes dramas, porque es un sentimiento humano que produce verdaderas tragedias. Consiste en la tristeza o pesar que produce en una persona el bien ajeno. Básicamente es un pensamiento negativo deliberado hacia otra persona, que puede tener múltiples razones.
Por Camila Schumacher: Deseo de lo ajeno activa las mismas zonas cerebrales del daño físico. Además, ante al fracaso del otro, 'se disparan' los centros cerebrales del placer. Quien siente envidia suele avergonzarse e intentar disimularlo. Pero, aunque se esfuerce por padecer en silencio, las más de las veces su propio cuerpo lo delata: el rencor lo hace retorcerse tanto como cuando es sometido a un dolor físico, e incluso su cerebro puede teñirse de verde.
Y es que la envidia se sube a la cabeza. “El deseo de tener lo que otros tienen estimula la corteza cingulada anterior dorsal del cerebro, es decir, la misma región que se activa cuando se padece dolor físico”, afirmó Hidehiko Takahashi, autor principal del estudio publicado en la revista Science. Según Takahashi, cuanto mayor es el arrebato de envidia, más intenso es el flujo sanguíneo en esa región neuronal. Por eso, aunque el envidioso intente controlarse, no consigue evitar que su cuerpo se contraiga o su ceño se frunza. Además, la resonancia magnética mostró que, cuando la sangre se acumula en esa zona cerebral, el órgano se torna verdoso. “La asociación entre dolor y envidia estaba ya en la sabiduría popular, pero hasta ahora no tenía una explicación científica”, manifestó el experto.
El placer de ver fracasar
No todo es dolor en la mente de los envidiosos. Con la máquina de resonancia magnética se evidenció que solo imaginar a la persona envidiada cayendo en desgracia hace sentir un placer semejante al de comer un chocolate o mantener una relación sexual.
“Así como la envidia es dolorosa, ver fracasar a otros genera una descarga de dopamina que activa los centros del placer del cuerpo estriado del cerebro”, señaló Takahashi, quien recordó el refrán: “Las desgracias de los otros saben a miel”. Finalmente, la investigación descubrió que la magnitud del dolor generado por la envidia tiene una correlación neurológica con la intensidad del placer de “ver” al otro fracasar
“La envidia funciona, entonces, de forma similar a los sistemas cerebrales que procesan necesidades, y que hacen que, cuanto más hambriento o sediento esté uno, más placentero será comer o beber”, dijo Takahashi, que manifestó su disposición a seguir investigando las respuestas neuronales de otros sentimientos.
Cambia tu color
Yo he sido envidioso muchas veces. Y muchas veces me he puesto verde. Las ojeras se marcan más de lo normal. Mi mirada pierde brillo. Se dispara mi ansiedad y llego al punto de no identificar entre el bien y el mal. La envidia sucede cuando nos desconectamos de la fe. La fe, entre algunos significados, es: Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo. Seguridad, aseveración de que algo es cierto. En resumen, la fe es confianza, es seguridad. Pero en qué o en quién.
Es diferente desear un carro nuevo a desear el auto cero millas de tu vecino. Es diferente desear unos senos grandes, a criticar las tetas enormes de tu mejor amiga. La fe es una flecha que lanzas en la dirección que tú quieras. Si tienes confianza en tus miedos sólo obtendrás temores. Si te enfocas en lo que quieres, en lo que tienes, y no en lo que no quieres o careces, podrías tener un buen proceder para alejarte de la envidia y del envidioso.
Es diferente decir: ¡hummm, quiero un vestido nuevo y voy a tenerlo" a expresar: "maldita sea sólo tengo ropa vieja, nunca podré lucir bien". En el primer caso, tu fe positiva te hará experimentar una fuerza interior pacífica que te elevará hacia esa realidad. En el segundo caso, tu fe negativa te enterrará de cabeza en un abismo de miseria, desesperanza y envidia.
Creer en tu origen divino es fundamental para que sientas que vienes de una fuente infinita de bendiciones. Pide lo que quieres a esa fuente. La mía es Dios, es Cristo Jesús, pero mi fuente no sentirá envidia, si le pides al Universo o a la energía positiva. Agradece. Dá gracias por aquello que tienes, y por aquello que has pedido. Y recibe. Disfruta con los ojos cerrados o abiertos, siente la alegría que te brindaría el tener lo que has pedido. Ese placer es mucho más sano para ti, que el placer logrado por un envidioso al sufrir y ver sufrir. Así que creer, pedir, agradecer y recibir. En resumen, fe en tu amoroso proceder, es la mejor manera para que tu cerebro, corazón y mente, no se pongan verdes.
jueves, 17 de septiembre de 2009
"La niña, el buitre" y nosotros
Hubo una vez una fotografía que le dio la vuelta al mundo pero el mundo no dio la vuelta por ella, siguió "patas arriba".
"La niña y el buitre" imagen impactante captada en marzo de 1993 por el lente del fotógrafo sudanés Kevin Carter, cerca a un campamento de las Naciones Unidas, desplegado para asistir a los refugiados que huían de una salvaje guerra y hambruna en Sudán, Sudáfrica.
Luego de recibir en junio de 1994 el Premio Pulitzer por dicha gráfica y con 33 años de edad, Carter se suicida en su auto. Para unos, la muerte del fotógrafo es el resultado de una conciencia sumergida en el remordimiento. El no haber hecho nada para salvar a una niña en aparente agonía y esperar con cautela el momento ideal para la foto ideal, condujo a Kevin hasta el límite del sufrimiento. Pero una carta escrita por Kevin, deja al descubierto que el conjunto de escenas de muerte y miedo captadas por su cámara a lo largo se su tiempo como gráfico reportero, terminaron desgastando su esperanza y felicidad.
Para otros, es más morbosa y cruel la indiferencia ante los graves problemas. En el caso de "La niña y el buitre" resultó más fácil para sectores involucrados en esa triste realidad, señalar de inhumano al fotógrafo, que asumir la responsabilidad por la situación en Sudán.
Versiones posteriores describen que la niña de la foto no estaba agonizando ni el buitre esperando para desgarrar sus restos. El lugar de la fotografía es el área donde acudían a hacer sus necesidades fuera del refugio y el buitre sólo espera con paciencia que la menor le compartiera un poco de la mierda que el mundo a ella le regalaba con la indiferencia.
Si pudieras identificarte con algún elemento externo o interno de esa famosa foto, ¿cuál serías?- ¿ el buitre, el espectador, el fotógrafo o la niña?
Yo, en varias etapas de la vida he sido de todo lo anterior un poco. Buitre, sí esperando la caída de alguien indefenso para sobrevivir de su derrota, de su dolor. He sido ave de carroña en vez de poderoso halcón. El chisme es un buitre, el pesimismo lo es , lo mismo el egoísmo, la envidia, la mediocridad y la maldad también.
Espectador: ¡ Uffff! casi toda la vida. Ver y luego hablar es tan sencillo, pero observar y actuar, eso sí que es distinto. No puedo solucionar el problema del hambre en Sudán, pero al ver esa foto especial, lo mínimo que podía hacer antes de sólo compadecer, es dar gracias por los alimentos que a mi mesa llegan. Por las tierras de mi patria que aún se siembran, por los campesinos que la semilla riegan. En fin...etc.
El fotógrafo: Bueno por mi profesión y de vocación de periodista, la fotografía es parte de mi día a día. Pero en términos generales todos somos fotógrafos de guerra sin cámara en algún momento. Pendientes por la ventana del escándalo ajeno. Si en la calle hay un muerto con los sesos en el pavimento, el que más se horroriza es el que más quiere verlo. En fin...etc.
martes, 15 de septiembre de 2009
La huellas de un corazón descalzo
Buena cama, buen colchón, buena cobija, mal dormir. ¡ Upsss! Me desperté a las 2:00 de la madrugada y empecé como vampiro la noche a cubrir. No precisamente chupando sangre, ni a colgarme de los pies. Pero sí a esperar despierto el fin del amanecer.
Entonces mi mente, mientras mis ojos luchaban por cerrarse, alistó equipaje y marchó a un largo viaje hacia mi pasado. Buscando las huellas que en mi vida voy dejando. En diversos senderos de mi historia, mi memoria perdió el rastro. No habían pisadas de mi existencia. Mi andar no dejó huella.
Fue triste para mi mente reconocer que perdí en muchos casos el tiempo. No amé, no perseveré, no oré, sólo oriné y quizás hasta por fuera del escusado. Por un rato caminé por el desierto de los recuerdos. Por un rato nada hallé. Me sentí frustrado, me levanté a preparar un té. Seguí desvelado, mi mente del ayer no quería volver.
Sin dejar que el desánimo me cobijará, mentalmente a Dios le hablé: "Padre gracias por mi pasado, aunque huellas fuertes en él no he dejado. Huellas que podrían positivamente a otro ser haber guiado. Pero aún así, me diste experiencias y ahora sé, que cerca permaneciste aunque de ti muchas veces me alejé".
Con el corazón descalzo y sin sueño, me doy cuenta de los caminos nuevos que día a día debo recorrer. Ya no me desvelarán las huellas que no plasmé. Me concentro en las pisadas que meguían por el ahora eterno y bendigo con fe, las huellas positivas que en el presente dejaré.
Ahora sí... a dormir... ZZZZZZZZ ... ¡ Ah! se me olvidaba que debo ir a trabajar... en fin