lunes, 1 de junio de 2009

"Call Girls"... La moda, la tentación de un delito




Entre muchas de las definiciones populares consultadas se resalta la siguiente: Sin dar paso a discriminaciones ni nada por el estilo, diríamos... son prostitutas, que por adelantado cobran muchísimo más, que una de la calle, refugiadas en el hecho de contar con "mayor" educacion, de ser más bonitas, de exponer una vida social, académica, religiosa o familiar aparentemente normal, y tener siempre un celular...
No se necesita ser gobernador de Nueva York (recordar el caso del Eliot Spitzer) o tener un ingreso económico gigante para acceder a ellas . “Call girls” o “chicas prepago” las hay de todos los precios. Al parecer el costo de sus servicios depente de quien las represente y de lo cotizadas que estén dentro de dichas redes de prostitución, aspecto que podría variar según el número de clientes que tengan. Entre más “sexopagadores” la soliciten más sube su tarifa. 


Más común de lo que se piensa.
Se necesita que a un Eliot Spitzer se le descubra gozando de los caros favores sexuales de una sexy y joven mujer, para que se escriba, hable y comenté sobre este estilo de prostitución, que además de ser una fuerte “moda” silenciosa es también un delito federal.
Lo que le pasó al exgobernador de Nueva York me hizo retroceder hacia ciertas situaciones que viví. Entre ellas, recordé que mientras cenaba en un restaurante muy sencillo, localizado en una de las ciudades del Condado Hudson, conocí a una atractiva mujer. Creo que le caí muy bien. Ambos sentimos eso que llaman “química”. Química que por fortuna no entró en reacción.


Me hablaba con gran conocimiento sobre literatura, cultura y hasta de inmigración. Me dijo que buscaba una relación estable. Que detestaba a los hombres que se fijan más en la “S” de sus senos que en la “S” de sus sentimientos. Mejor dicho, me tenía babeando y había logrado que dejará de mirar tanto su profundo escote. De repente, entra al restaurante un amigo mío y a la vez, cliente de ella. ¿ Cliente...? Sí, un cliente. Ya les explico: Cuando mi amigo se acercó a la mesa y me saludó, ella mostró algo de nerviosismo. Con la mirada parecía decirle “no hables”. De la misma forma, me sorprendí del tono algo apasionado con el que mi amigo le dijo “ ¡ hola reina, cómo estás !”.


Se me vino a la mente de inmediato la cantidad de $30 pesos o dólares. Pensamiento que mi amigo entendió con mi mirada sospechosa y que confirmó con una maliciosa pero discreta sonrisa. “La treinta pesos” era el apodo con el que identificabamos a una amiga secreta de mi amigo. Treinta dólares por una hora de sexo era lo que le pagaba mi amigo a su hermosa call girl o prepago. Dos hechos sorprendentes: el primero y el que más me impactó fue que mi atractiva, educada y moral compañera de restaurante, quien trabaja durante el día en un almacén de la zona, era la misma prostituta a la que mi amigo le pagaba $30 dólares dos veces por semana. El segundo hecho, es que con esa tarifa tan varata el nivel de prostitución de la mencionada mujer, podría ser demasiado intenso y peligroso, tanto para ella como para sus clientes. Desde ese día no la he vuelto a ver. Mi amigo sigue vivo y aparentemente saludable. Espero que ella también se encuentre bien.


¡ Bueno ! otra situación se presentó cuando me desplazaba en un taxi. Ese día me había vestido de traje de corbata por que tenía todos los jeans sin lavar. En fin... el conductor del taxi dijo: “perdón amigo, por su forma de vestrir usted se ve que es una persona muy seria y muy clara. Mire, no a todo a mundo le cuento esto: yo vendo chicas”. ¡ Perdón! ¿ Qué vende qué?, le pregunté. El me replicó: “ que vendo chicas. Yo le consigo hembrita para la calentura. Y no son cualquiera !eh! son muchachitas de casa, que viven con sus papas, que estudian, pero que necesitan- ya usted sabe-, un poquito más de dinero para comprar sus cositas, su ropa, pagar el celular”.


“Usted me llama a este número. Me dice que quiere nenita y yo se la consigo. Eso sí, me avisa con dos o tres días de anterioridad para que la chica pueda cuadrar sus cosas, usted me entiende”. Nunca guarde su número de teléfono, y la verdad esa tarde más que entenderle al taxista me sorprendí. ¿Qué tipo de red de prostitución se presentaba ante mí? Una que circulaba cerca de mi trabajo, de mi hogar. Una que quizás envolvía a muchas chicas que podría haber visto a lo largo de la avenida Bergenline. Quizás la hija consentida de algún vecino. La esposa “fiel” de algún desprevenido. O quizás a alguna pariente. ¡ Caramba! Las prepago se mostraban ante mí, como una moda delictiva tan real como la misma tentación que inspira ese servicio. Tentación que por fortuna el sermón de mi pastor coincidencialmente me hizo calmar. Ese día explicaba las desventuras espirituales que provocan las aventuras sexuales. ¡ Ufff...! me salvé de nuevo.


Aquí le va otra anécdota que manifiesta el amplio apogeo que tiene esta modalidad de “call girl” o “chicas prepago”. Buscando ampliar mi círculo de amistades entré a un chat de internet. ingresé a la sala de Estados Unidos, con la finalidad de encontrar a personas de Union City, Jersey City, North Bergen, West New York o la misma Nueva York. Mi nick, es decir el apodo con el que me identificaba en el chat, era “colombiano en NJ”. A los pocos minutos de entrar a esa sala de cibercharla, se comunicó conmigo una alias “soñadora”. Me escribió: “hola colombiano. Yo soy de......... pero vivo en el Bronx. ¿En que parte de New Jersey estás?.-Le respondí: yo vivo en .... muy cerca de Manhattan. _ “Qué bueno. Yo conozco donde tu vives”, me contestó. _ ¡ Chévere ! cuando vengas por estos lados espero poderte conocer, le respondí. _ Seguidamente ella escribió: “¡Ok! puede ser hoy mismo si quieres. Mira, anota mi MSN, y continuamos hablando por ahí. Tengo cámara”. Acepté la invitación y nos pasamos del chat general a nuestros msn. Estaba contento, parecía que había encontrado una amiga más. Ya en el MSN conectamos las video cámaras. ¡ Huauuuu! otra vez la famosa química ( ¿ la recuerdan? yo ya la había sentido dos o tres párrafos arriba). En fin, esa química empezó a calentar mi piel cuando vi por la “cam” a tan hermosa y casi desnuda mujer. Mi deleite duró sólo 30 segundos. Ella apagó su cámara y escribiendo me dijo: “¿ Quieres más?. Mira es sencillo. Yo soy prepago. Mi tarifa a domicilio es de $100 dólares. Voy a dónde quieras para lo que quieras”. Le respondí: ¿ Oye aceptas Money Order?. No seas payaso me exclamó. Y me volvió a decir que era muy sencillo el asunto, que me descontaría de mi tarjeta de crédito $5 dólares por hacer la cita y $100 más por la visita “amistosa”. Que ese procedimiento era por razones de seguridad y exigencias de sus representantes. Tomando el asunto como broma le dije que si podía pagarle con cuoras (monedas de 25 centavos). Respondió entonces que no tenía tiempo que perder y ¡ plop ! terminó su contacto conmigo. Durante las dos horas de chat que tuve ese día, experimenté el mismo tipo de comunicación con otras tres voluptuosas, inteligentes y simpáticas chicas prepago. Con todas me fue igual.


¿Y entonces...?
Lo cierto es que muchas personas están pensando que la prosperidad ya no se logra con fe, esmero o esfuerzo sino con placer. Muchas jovencitas llevadas por una enferma vanidad hacen todo lo que sea para obtener lo que sus padres no le pueden dar. Ven en la prostitución una forma de vivir con gusto y no con susto, ignorando que la inmoralidad y la sexualidad juntas, pueden producir más angustías que la misma pobreza. Ahí está, el oficio más viejo de la historia, como se le suele llamar a la prostitución. La verdad es que no ha envejecido, sólo se ha modernizado. Y sigue siendo la universal moda, la tentación de un delito. (Por Javier Suárez)

1 comentario:

  1. Javier:
    Que buen blog, me gusta mucho el estilo y lo ameno de lo que escribe, lo voy a tener en mis blogs de lecturas favoritos.
    Un saludo
    Paul Garcia

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