lunes, 1 de junio de 2009

¿Alacrán o cordero ?



Si recibiera tan sólo un centavo por cada vez que le digo a alguien “Dios te bendiga” de seguro sería un hombre multimillonario. Y si tuviera que pagar un centavo por cada vez que he dejado de hacer algo en favor de alguien, sin duda alguna estaría sumido en las más profunda bancarrota.


Una vez me encontré a un conocido en un restaurante hispano. Era la hora del almuerzo. Lo vi sentado en una mesa, lucía triste y tomaba sólo un café con pan. Pensé que estaba a dieta el melancólico hombre. Yo pedí un suculento arroz con pollo y me senté en la misma mesa del conocido. No faltó la pregunta más común: ¿ Cómo estás? le dije. No me respondió, sólo hizo un gesto de tristeza. ¡Upsss! creo que me senté en lugar equivocado, susurré en la mente. Pero la hipócrita pregunta ya estaba hecha y la respuesta en forma clara dada. El hombre estaba mal.

Como si hubiese abierto la llave del desahogo, el personaje comenzó a contarme sus adversas situaciones. No tenía empleo, contaba con muchas deudas. Estaba frustrado, flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones. Entonces, entró en acción mi sentido cristiano. Ya no le dije “hombre, amigo, campeón”, le empecé a llamar “hermano”. “ ¡tranquilo! Dios sabe cómo hace sus cosas. Dios aprieta pero no ahorca. Es una prueba que Dios le tiene. Vendrán tiempo mejores. No pierdas la fe, etc....” y por casi una hora no paré de bendecirle, de aconsejarle, de   "desa"- animarlo. Todo eso mientras disfrutaba de mi exquisito almuerzo y mientras él hacía rendir su taza de café. Aquel hombre atormentado por las famosas “pruebas” de Dios, no tuvo mayor tiempo para ser escuchado. Yo estaba tan feliz de poder ser útil a un prójimo que no me detuve de predicar. ¡ Caramba! que lejos estaba de reconocer que más que predicar la fe, la situación estaba hecha para practicar la caridad.

Una amiga mía de carácter muy alegre ingresó al restaurante. La presenté con mi conocido desalentado. Ella fue mucho más directa y le preguntó por que a la hora del almuerzo sólo consumía un café con pan. El le respondió de la misma forma que lo hizo conmigo, bajando la cabeza. Mi amiga descubrió hambre en la mirada de aquel abatido ser. Ella le replicó: “tiempos difíciles”. Y sin vacilar ordenó un churrasco para llevar y una opción abierta para el afligido. El se resistió a la invitación, pero la insistencia de mi amiga lo convenció de aceptar y disfrutar un plato más nutritivo que el café y el pan. En los 15 minutos que estuvo ella con nosotros, el hombre triste pudo ser oído mucho más, que lo escuchado en la hora que había pasado conmigo. Al retirarse mi amiga, dejó paga toda la cuenta y canceló por adelantado un almuerzo diario, por una semana, para el desilusionado varón. No dijo ni una vez algo parecido a “Dios lo bendiga” o “tranquilo que todo pasará”. Sólo actuó espontáneamente y caritativamente. En 15 minutos fue ella mejor testimonio de amor y fe, que yo en una hora de “blablabla...”. Algunos dirán que hice bien, pues “no sólo de pan vive el hombre”, a ver si alguien ha logrado vivir más a punta de sermón.

En fin, y hablando cristianamente, una mujer a la que consideraba atea , ofreció una prueba de amor que resaltó la importancia de actuar con base en la experiencia de Jesús y no quedarse únicamente como loros mojados repitiendo lo que dijo el Maestro. Sin embargo como buen fariseo le di la vuelta a la situación y le afirmé al hombre: “Ves, te das cuenta que Dios no te abandona, que escuchó nuestras oraciones en una hora”. ¡ jajajajajaj! ese cuento sólo yo me lo creía. La realidad es que el mensaje de ese día no fue para aquel desdichado ser, sino para mí. Estuvo muy claro que Dios no quería que yo repitiera lo que El dijo, sino que hiciera alguito de lo que Cristo hizo. Pude darle de comer a un hambriento, pero preferí dejarle ese gasto a Dios.

... Y de devotos como yo es que están saturadas nuestras iglesias, nuestros templos. A la hora de ser testimonios no parlantes del amor de Cristo, escogemos mejor darle todo lo material al Cesar y a Dios... la responsabilidad de los milagros que ya nos corresponden lograr. Que vergüenza siento al formar parte del grupo de quienes se convierten en mansos corderos sólo cada domingo, pero fuera de las sinagogas, de los altares, de los templos, cuando el pastor, el rabino o el cura, no nos miran, somos alacranes con veneno. En el trabajo bendecimos a grito entero a los compañeros, pero por cuidar nuestros empleos, nos transformamos en mediocres, en traicioneros.

Dios también habla por sí solo, no siempre necesita de su “leal’ coro. He sido terco muchas veces a su comunicación. Pero El se las arregla para no callar. En una ocasión alguien quizo darme una “Manito” en mi proyecto de fotografía. Inspirados en mi habilidad con el lente, una admirable pareja de comerciantes me ofreció gratis un local para montar mi estudio. Dos días después unos discípulos de los ladrones crucificados con Jesús, entraron a mi apartamento y robaron mis computadoras y algunos otros elementos de fotografía. Sin tener con que llenar el local no pude aprovechar esa física bendición. Fueron tantas las palabras de “aliento” que escuché, que llegué al punto de asegurar, que mandaría para el carajo al próximo cristiano que me colocará su mano en mi hombro y se auto nombrara mi intercesor ante Dios. 

No obstante, a las tres semanas del robo, un “Carretero” de esperanzas rescató mi fe de las cenizas. Me pide que lo acompañe a una tienda de tecnología. Me pregunta que computador me serviría para no desaprovechar mis habilidades fotográficas y volver a empezar. Me facilita los casi mil dólares necesarios para comprar uno nuevo ( y ni piensen los ladrones que podrán hacerme el mismo daño dos veces) en fin, cada vez más lo que sucedía me enseñaba que la experiencia de Cristo es tan valiosa como Su palabra. La dosis de hacer más que decir, siguió inundando mi vida. Fortaleciendo mi “Castillo” de esperanza, un médico cubano que admiró mi trabajo periodístico en algún artículo que hice, me ofreció su amistad y con la misma sinceridad su servicio profesional. “Tu hija ya tiene un segundo padre y un médico de cabecera” afirmó el galeno. Mi hija a sus 9 años de edad ha podido observar, y lamentablemente no tanto de su padre, ejemplos directos de caridad, de amor, de acción de la Palabra más que de predicación de la misma. Y en varios casos, por personas que no se dan golpes de pecho en los primeros asientos de los templos.

No volveré a negarme la oportunidad de disfrutar de la paz que genera una oración acompañada de acción. En fin... espero haber aprendido no sólo a recibir sino a compartir. No sólo a repetir como disco rayado que “Dios nos ama” sino a demostrarlo. Agradezco a algunos seres de mi iglesia y a otros que están fuera de ella, por actuar como Cristo. Pido perdón por pensar que sólo mis necesidades requieren atención. Y aunque mi condición humana me obligue a defenderme y atacar como alacrán venenoso, anhelo poder mostrar más mi lado espiritual y amoroso. ¡ Qué Dios les bendiga! - ¡ meeeeeeeeee...meeeeeeeee!

Por Javier Suárez....



1 comentario:

  1. Tienes razon, es mejor actuar que predicar.
    La mayoria de las personas es lo que hacemos y no ayudamos en nada.
    Pues como dijeras tu, la persona necesita el pan, no la palabra. Saludos.

    ResponderEliminar

No olvides dejar tu comentario