A veces para dejar ir en calma hay que permitir que los recuerdos lleguen en tormentas. En cascadas de lágrimas que bañen el espíritu entre caudales suaves de profundas tristezas. Aceptar que el dolor no se ha ido del todo. Que jamas lo hará. Y entonces llorar, llorar, suspirar, reconocer que se le extraña a ese ser que ya no está. Luego de tan noble sinceridad, bendecir su celestial mudanza hacia algún punto del espacio universal; respirar lenta y profundamente mientras los ojos se secan y el corazón retoma su pulso normal. Sentir en silencio el abrazo de su sombra y reforzar con oración natural la seguridad, en un reencuentro no muy lejano con tan hermosa alma.
Te extraño, te amo mamá.
16 meses de tu partida.
Con afecto
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