miércoles, 18 de marzo de 2015

Un café delicioso con antojo a exquisito chocolate


En algún lugar cercano a mi hogar alguien chocolate hacía. El aroma me lo decía. La cocina entonces me gritaba, no te quedes con las ganas, ven y tú mismo prepara esa delicia.

Pisé con seguridad aquel espacio que en gran parte solo uso para hervir agua. Busqué en cada estante. Chocolate no tenía. El delicioso olor aumentaba y en la calle llovía. Encontré entre algunas cosas un frasco con café. Le destapé y su aroma también deleite ofrecía.

Pude hallar en una deliciosa carencia una rica existencia. El hecho de no tener chocolate no arruinó mi instante. Viví mi 'ahora' fascinado en un sabor y aroma, que aunque diferente al que inicialmente me conmovía, también a mi gusto le ofrecía una experiencia deliciosa.

Aveces no obtenemos lo que buscamos, pero cuando con amor con el corazón exploramos lo que en la mente hemos deseado, el final no es diferente a la armonía. Algunos acariciando la soledad disfrutan de la más dulce compañía. Otros entre la modestia de sus vidas hallan emociones que en oro convierten sus alegrías.

No se trata entonces de convertir tercamente en amor un romance, ni en compromiso una caricia, por tal temor con afán egoísta no se disfruta del beso, ni en el sexo ni en la mejilla. Para qué transformar en competencia un sueño o en pesadilla una fantasía, colocándole a un particular anhelo el nombre de quien por derecho divino también puede elegir lo que su alma ansía…

Dejar que la mente exponga lo que ha decidido el espíritu y que las emociones al respecto indiquen la vía, sin fatal hipocresía, permite a todo ser disfrutar en el camino del mejor aroma que dá la vida… La felicidad.
Por Javier A Suarez M

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