Bendita paz que viene cuando se va el ego. Cuando no asumo como personal la alegría o la tristeza de los demás. Cuando sé que no soy perfecto y el perdón en mi corazón es más que el remordimiento; la gratitud mayor que la ansiedad.
Exquisito el presente que al pasado no se encadena ni al futuro se vende. Hoy decido callar o decir lo que siento aunque quizá mañana me arrepienta. Cada día es nuevo, trae su propia experiencia.
Claras son las meditaciones sinceras que nacen de oscuras e hipócritas apariencias. No culpo a nadie de aquello que me causó antes pena, pues lo que pasa en el ayer en el ayer se queda. Tampoco buscaré a merced de mi calma aquel perdón externo que a perdonar se niega. Cada quien decide cómo cargar la pesada o liviana carga de sus emociones internas.
He ido a dónde yo mismo me he guiado. Estoy ahora dónde yo mismo me he conducido. No me importan hoy las críticas ni los aplausos. Bendigo todo y a todos por lo vivido. Es probable que a muchos mi paz defraude, incluyendo a algunos de los míos. Y si bien no es mi interés complacerles, menos es ser su enemigo. No hago lo que puedo. Hago lo que quiero, sin el afán de cagarme en el mundo o de pensar que solo me toca estiércol.
Ahora amo tanto la vida que estoy listo para ir sin miedo al mundo vivo de los muertos.
Con afecto
Javier
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