Por Javier Suárez (Js)
La intolerancia a muchas creencias por parte de muchos creyentes o no creyentes, tiene también como base la forma en que se han sido expuestas dichas religiones o teorias por parte de sus representantes. Discutir el proceder católico o musulman de alguien sin analizar la actitud del Papa o del rabino, del vaticano o las sinagogas, es algo que genera una polémica sin fin, incómoda y peligrosa. No obstante, sin importar el caso, la creencia de cada ser debería quedarse entre las paredes de su alma y casa, y no invadir el hogar ni el oído del vecino y menos sin invitación. La prudencia, el silencio, el ejemplo y el respeto... son en muchos casos la mejor forma de predicar aquello en lo creemos. Lo prohibido no debería ser creer, sino creer que los demás deben creer obligatoriamente en lo que yo creo.
Anexo artículo publicado en un blog de El Tiempo.com:
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