lunes, 23 de enero de 2012

La historia de un enredo familiar ..."Mi tío es mi padre, mi padre es..."



Por Javier Suárez (Js)
Como periodista y escritor llegan a mis oidos diversas historias de realidad o ficción. En ocasiones las busco, en ocasiones ellas me encuentran. Preguntando, investigando,  otras veces sólo escuchando, variedad de crónicas voy redactando. Logrando informar, compartir, aburrir, entretener, aprender o enseñar. La siguiente nota no posee los nombres reales de los personajes pero si su ubicación y la garantía de ser un hecho cierto.  

El padre de Mauricio Vargas es en realidad su tío, y el tío de él, es su verdadero padre. (¿...?)  Descuide, así como usted está ahora... ¡confundido!-  Así también se sintió Mauricio cuándo supo la verdad, y yo, cuándo él  me la contó.

Mauricio es de origen  Peruano. Vive en la ciudad de Union City en el Estado Jardín (EE.UU). Tiene 28 años de edad, y hasta sus 21 años pensó que era hijo de don Cristóbal, un contador público, cascarrabias y alcohólico.  Cristóbal no se  embriaga desde que supo que su esposa Tina, le había sido infiel.  Su adicción al licor viene desde la época de soltero. No obstante,   el alcoholismo sí fue una causa importante, según el protagonista, de una historia que marcó con dolor muchas vidas. 

En un barrio de clase media creció Mauricio, en Lima Perú. El hermano menor de la familia Vargas. Por ser el más pequeño era el más consentido, sobre todo  por los hermanos del padre, en especial por el tío Alberto.  “Mauro” o Mauricio, a sus 12 años de edad lo tenía todo, todo... menos un parecido con su padre. Los gestos, la forma de caminar, el agradable temperamento, y un trato cariñoso y respetuoso hacia su mamá, le resaltaban un parecido cada vez mayor al cuñado de Tina, Alberto Vargas.

Mientras Mauricio me narraba la historia,  su tristeza se notaba en las numerosas lágrimas que bañaban sus palabras. Sentados en la mesa de un restaurante peruano de West New York, se llevó a cabo la charla entre un periodista que sólo escuchaba y un latino amigo que sólo quería ser escuchado. “Hay verdades que duelen mucho al ser dichas, pero hieren más cuándo se guardan”, asegura Mauricio.

Aún no me decía con claridad cuál era esa hiriente verdad, pero comenzaba a presentirlo, como usted también lo intuye.. ¿verdad? amigo lector. En fin, no me importaba que la chaufa se estuviera enfriando. Mi interés se enfocó en atender la confesión de un hombre que no quería estallar como una olla a presión.

Mauricio sacó de su camisa una foto del “famoso” tío Alberto. ¡Caramba! en verdad son como dos gotas de agua, así se lo dije, y así me respondió “ mi tío es mi padre y mi padre es mi tío”.  Mordí un pedazo de camarón de mi almuerzo como para tener la boca ocupada y evitar decir alguna imprudencia. 

Yo era muy mimado por ser el menor de mis seis hermanos. Pero pese a ello, muchas veces me sentí algo incómodo por la forma privilegiada en que mi tío Alberto me trataba. Eso, junto a nuestro parecido, incrementaba poco a poco los rumores. Había una lucha entre bandos. De una parte, quienes aseguraban que por ser Alberto hermano de mi padre, era normal el parecido. Del otro lado,  el rumor de quienes prefieren que la verdad traiga consigo, “morbo y daño”.

El 2 de febrero de 1999, la madre de Mauricio es brutalmente golpeada por su esposo. Pudo ser otro día más de violencia doméstica. La diferencia la marcó un  golpe en la cabeza que recibió Tina. Una botella de licor estrellada en su frente que requirió de 24 puntos y cerca de una semana en la sala de cuidados intensivos de un hospital privado en  Lima. 

“Mi madre, pensando que podía morir, consideró oportuno decirme la verdad”.  Eran las tres de la tarde. Salí temprano de la universidad.  Mi tío Alberto había ido por mí. “Tú mamá quiere decirte algo”, expresó.  Camino al hospital, Mauricio asegura que se imaginó de todo. Una despedida triste. Un doloroso adiós, menos, una impactante confesión.

Cuándo llegó al hospital casi toda la familia estaba reunida junto a Tina. Sólo faltaba don Cristóbal. Él, se encontraba detenido por la policía.  Tina pidió que nadie saliera del cuarto. Más que perdón lo que ella quería era desahogarse. Aseguraba que el perdón ya se lo había dado Dios. 
“Mauro, hijo. Te quiero mucho. Déjame decirte algo”.  Según Mauricio, su piel se puso de gallina, una represa de llanto se formó en sus ojos dispuesta a desbordarse ante el último suspiro de su madre. “ Hijo, tu verdadero padre es Alberto, tu tío”.  Hubo un breve silencio. De moribunda y víctima, Tina pasó a ser por instantes la victimaria, la juzgada, “la mala de la película”. No obstante la gravedad de su estado, retornó hacia ella la solidaridad de todos.  No podía ella hablar mucho y antes de quedar profundamente dormida, le dijo a Mauricio que su tío, o mejor dicho que ahora su padre, le explicaría.

En esta página no cabe la extensa explicación que Mauricio recibió de su... ¡bueno! tío, pues así le sigue llamando Mauricio. Lo cierto fue que en una de esas crisis matrimoniales producidas por la violencia doméstica,  Tina encontró en los brazos y palabras de su cuñado Alberto, una salida a la depresión crónica que sufría por las borracheras y maltrato de su marido.  Salida que fue la entrada a una situación de pecado para los creyentes, de metida de pata para los chismosos, de justicia para las mujeres atacadas y de infidelidad para los machistas. 

El hecho es que después de tan fuerte confesión la madre se recuperó milagrosamente y viva, tuvo que soportar las consecuencias. La familia se desunió. Los hermanos de Mauricio retiraron su afecto al tío “comprensivo”. Tina se separó de Cristóbal.  Cristóbal salió de la cárcel a los dos meses. Álvaro, quiso comprometerse con Tina, por falta de amor ella lo rechazó. Hoy, poco o nada se habla del tema en la casa materna. Tina se refugia en actividades de la iglesia. Cristóbal, aún bajo el dominio del licor, maltrata a una mujer 20 años menor que él. Aberto hace lo posible por ser tratado como padre por su hijo.

Mauricio, como cristiano, sepultó todo juicio sobre su padre de crianza alcohólico, sobre su maltratada mamá Tina y contra Aberto, su “solidario” tío o mejor, papá de sangre.  Ya que el destino le cambió de padre bruscamente, así mismo,  quiso cambiar de vida, de ciudad, de país.  Antes de odiar, juzgar, criticar, prefirió hacer sus maletas y viajar a los Estados Unidos. Desde hace 7 años vive en la ciudad de Union City. Trabaja como agente de seguros y muy seguro afirma haber encontrado en el perdón  lo necesario para alejar de su vida el odio, aunque ello exija también decirle adios a muchas cosas, a muchas personas.


2 comentarios:

  1. Definitivamente! nadie sabe las sorpresas que le va a dar la vida, pero me alegra que Mauricio haya optado por PERDONAR, es lo mejor pues la vida continua y juzgar a los demás y guardar rencores no deja nada bueno
    Javi, me gustan tus escritos, te felicito.

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  2. Guao: Son historias que se hacen cada vez más comentadas en nuestra sociead, circunstancias de la vida? Quizás! Pero esta historia es una más de muchas otras que eh escuchado aquí en colombia. Buena manera de llevar el escrito y plasmar aquí el dolor y la capacidad de perdón, herrores de juventud? vaya uno a saber! cual fue la motivación y el del porque ocultar siempre la verdad ante esta circunstancia.

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