En el Paraíso... Sin Eva pero con mi hija

Si esta nota la hubiese escrito del 12 al 19 de febrero, la habría redactado bajo la sombra de una espigada palma; sintiendo la brisa deliciosa de una playa hermosa,  bebiendo una helada y refrescante limonada. Contemplando el encanto del ser que más amo y pintando con el sol  mi piel semi blanca

¡Sí! Estuve en el paraíso, sin Eva pero con mi hija, hermosa alegría.

No fue un viaje de turismo sino de "padrerismo" en la caribeña Santo Domingo,  capital de la República Dominicana. Visité a mi primogénita y con ella viví experiencias que no paro de recordar y bendecir. 7 noches y 8 días donde la distancia no se interponía. Siete noches y 8 días sin abrigo ni bufanda. Siete noches y 8 días de aventuras y alegrías en Hamaca. 

República Dominicana es hoy el país en el que reside mi hija colombiana. Yo, que me encuentro ahora en Nueva Jersey, Estados Unidos, azotado por un fuerte frío, soñando con mi pulguita calentaba mi alma. Pero además de soñarla quería verla, quería abrazarla. Para esta temporada decembrina soñar es muy barato, lo que se hace muy caro es volver esos sueños realidad. Pero mi anhelo coincidió con una promoción que ofreció un gran resort. Entonces empecé a buscar también ofertas en pasajes aéreos que para esta fecha se hallan en las nubes. No obstante buscando y buscando con mi agente de Arnold Travel, en la aerolínea Jet Blue una silla encontré y en el aeropuerto Las Americas un lunes 12 aterricé. 

La llegada

Era mi primer visita a Quisqueya como se le conoce a la República Dominicana bella. Me recibió un clima cálido fantástico, y una agradable bienvenida de las autoridades. La puntualidad del vuelo y la positiva atención de la tripulación de Jet Blue pronosticaban unas vacaciones inolvidables. Tuve que pagar al llegar $10 dólares por una tarjeta de turismo, la que sólo tuve en mis manos por 3 minutos. Pues tuve que devolverla en un control de seguridad. Sería una buena iniciativa que como souvenir la pudiera uno conservar.

Mi visita a la caribeña nación estaba llena de alegrías y temor. Las noticias que en los medios de prensa hispana en New Jersey y New York, se difunden sobre Quisqueya, describen una región violenta  azotada por el narcotráfico y la delincuencia común. Nada diferente a lo que se proyecta de todos nuestros países latinos. Recorriendo la Avenida Las Américas sí pude apreciar en ciertos puntos un llamativo y peligroso caos vehicular. Muchos conducen en forma temeraria. Se observan autos de lujo y a la vez vehículos extremadamente en pésimo estado. De la misma forma una variedad de transporte popular muy particular, el motoconcho. Lo que ayuda a detallar con claridad la diferencia de clase social. De la misma forma observé muchas construcciones de casas sin concluir y abandonadas. Lo que se perfilaba como grandes mansiones reposa a orillas de la vía como escombros y desolaciones. Aunque el conductor del vehículo que me llevó al hotel nada en el camino me habló (por eso no le di propina) mi arribo al resort otra historia comenzó. 

Hospedaje

Be Live Hamaca es el resort al que me refiero. Queda en un  sector de Santo Domingo divertido y pachanguero. Se llama Boca Chica, aunque la mía se agrandó al disfrutar la magia de aquel encantador resort.  Para alguien que no es rico hasta lo gratis es caro. Pero vale la pena ahorrar para lograrlo. Hay que estar atento a espontáneas promociones que en cualquier ocasión en el internet se exponen. 

Atención fenomenal. Energía eléctrica a todo momento. Comida abundante e internacional, buffet de manjares para disfrutar. Bebidas y refrescos en bares abiertos dentro de la piscina y cerca del mar. Actividades recreativas durante todo el día y un show en la noches muy especial. Música, danza, ballet, canto. Teatro, luces, colores y emociones. Los culpables de esta "crazy" diversión el grupo loco de animación. Y por su puesto su líder  Charly E. López. 

Sin Eva pero con mi hija

Mientras me registraba en el hotel la razón de mi viaje  apareció. Una bella sonrisa mi corazón derretía. Un tierno abrazo felicidad a mi alma brindó. Estaba con mi hija, mi vida, mi adoración. Esa pulguita de 13 años acaparó mi atención. Siete noches y 8 días junto al ser que Dios como padre me asignó. Poco tiempo para tan bellos momentos que eternos ahora para mi pensamiento son. 

No fueron en vano las oraciones de mi madre ni las mías. Pude de nuevo estar al lado de mi pulguita. Jugar con sus mascotas. Conocer su colegio, hablar con su director administrativo y escuchar de su parte tan gratificantes comentarios hacia mi hija. Salí de allí muy emocionado y orgulloso. 

Agradezco al padrastro y a la mamá de mi reina, permitirme acceder al hogar que han creado con mi hija. Estuve en su cuarto y vi las fotos que de mí y de la abuela en varias partes tenía. (Espero que todavía estén donde las vi y que no hallan sido reemplazadas ya por fotos de Justin Bieber). 

Sin Eva pero con mi hija en aquel caribeño paraíso. Paseamos, buceamos, cabalgamos, nadamos, dormimos, reñimos y nos reconciliamos, de todo un poco hicimos. Siete noches y 8 días que jamás olvidaré. Gracias República Dominicana. 

Nota: Caminé con mi hija fuera de la zona turística en busca de una medicina y estuve en contacto con la otra quisqueya, que de la misma forma fue amable y pachanguera. Ruego a Dios, que proteja a tan llamativa Nación de negativos huracanes sociales y destructivos vientos naturales y que el hermano dominicano fortalezca su amor, cuidado y sentido de pertenencia por esa isla tan fascinante y bella.