viernes, 6 de agosto de 2010

La felicidad de la tristeza


Una de las escenas que más me impacta cuando viajo en el tren subterráneo de Nueva York, son la cantidad  de caras tristes que van en el mismo vagón. No importa si el rostro es de un chino, de un japonés (¡bueno!, son igualitos) de un alemán, de un mexicano, un colombiano, de cualquier latino, de un hindú o un francés, sea hombre o sea mujer, la tristeza en sus semblantes a distancia se ve. 

Puede ser una mezcla de situaciones y emociones que afligidos nos hacen parecer. Cansancio, frustración, odio, miedo, hambre, incertidumbre, soledad, egoísmo, insensatez... sea lo que sea, al destierro condena la felicidad de nuestro ser. 

No obstante como el tren que de Queens me lleva a Time Square, desde la tristeza hacia la alegría mi alma puede ir también. Cuando estamos felices, muchas personas no bendecimos aquello que nos da esa alegría. Y es entonces cuando llega la melancolía, que añoramos lo poquito o lo mucho que nos hace bien.

Ahí se encuentra la felicidad de la tristeza, cuando por las lágrimas navega nuestra fe hacia la dicha. Leí recientemente un libro que se titula "La Llave".  Su autor Joe Vitale, expone en un capítulo algo que podría convertir las causas de la tristeza en estímulos para la alegría. "Yo te amo"... en cualquier situación anteponer este sentimiento, pensarlo y decirlo, es en realidad una llave que abre milagrosamente la puerta de la calma y la fortaleza. 

"Yo te amo Dios". "Yo te amo vida". "Yo te amo (...)"  pon entre el paréntesis el nombre de lo que quieras amar, recordando que el amor libera sentimientos tan interesantes y poderosos como los que suelta el odio, sólo que este último casi a todo el mundo hace sentir muy mal. 

Por ejemplo: En cierto empleo que tuve el ambiente laboral era horrible. Envidia, traición, hipocresía, mediocridad, hostilidad, egoísmo, y demasiado chisme, eran las características principales de la mayor parte de empleados. Poco a poco  esa sombra negativa fue cubriendo mi rostro y como los del tren subterráneo, tristeza mi cara fue reflejando. Me estaba convirtiendo en un amargado más. Igualito a los individuos que me afectaban. Incluso hasta fastidio por mi trabajo llegué a experimentar. En un instante pensé no quiero ser así y bajo esa afirmación algo aconteció, mi primo Diego me regaló el libro en mención... "La Llave".  Y cuando usé la frase "Yo te amo"... "Yo te amo suegra. Yo te amo Dios. Yo te amo Universo. Yo te amo Cristo. Yo te amo lunes. Yo te amo chocolate con pan. Yo te amo jefe. Yo te amo (xxxxxx)- ahí escribí también los nombres de los hijos de puta que me hacían la vida difícil-.  Y les juró que milagrosamente las negativas circunstancias comenzaron a cambiar, tanto que ni yo mismo lo creo, y en ocasiones vuelvo al mismo vagón de desconciertos. No obstante el "Yo te amo" te levanta infinidad de veces. 

Excitado por el poder del "Yo te amo" me encontré en la calle a una amiga que desempleada estaba. Sin ir ella en el tren subterráneo de New York, su fisonomía era de extrema melancolía. Lo primero que intento fue inspirar lástima. Pero no lo consiguió. Antes de escuchar sus resentimientos contra el mundo, mi corazón le había dicho "yo te amo".  La magia del amor me permitió hablarle de él (...y ustedes saben que cuando uno tiene graves problemas no quiere que le hablen ni mierda y menos de cosas de fe, amor, positivismo, esperanza, cambio... en fin.) Le pregunté: ¿Qué te haría sentir bien ahora? me respondió: "Un buen trabajo donde yo pueda dar lo mejor de mí, en el que pueda ascender y dinero obtener".  ¡Bueno! ¿ Y cómo sabes lo que quieres? - le interrogué de nuevo.  "Pues porque nada de eso ahora tengo y es lo que me hace falta, es lo que quiero"- me contestó.  
Le pedí entonces que amara su desempleo porque a partir de esa situación, ella pudo saber con claridad que era lo que en verdad quería. Les juro por mi hija (Upss lo que tengo que decir para que me crean) que volví a encontrar a dicha amiga unas horas después y me dijo con alegría, "gracias por el 'yo te amo'". Me comentó que luego de hablar conmigo se topó a un comerciante. Y que tan pronto ella lo vió, le expresó con su corazón el "Yo te amo". Pues el comerciante al escucharle que estaba buscando trabajo, le hizo llenar una solicitud de empleo en su oficina. No sé si el puesto le daría, pero vi a una mujer abriendo puertas, usando con felicidad su tristeza. Algo que sin el "Yo te amo" le hubiese sido imposible.

En fin, en mi caso puedo decirles que las personas con las que trabajé, siguen igual. Pero yo no. El amor me permite ahora mirarles sin odio, sin miedo, sin rencor. No digo que los abrazo y los beso, es más, a muchos ni les hablo, pero ya no están gobernando mi corazón. Ya mi estado de ánimo no depende de ellos, ni de su actitud, sino de la mía. 

Esta nota debí titularla "El poder del Yo te Amo", pero  como la pensé mientras viajaba en el tren subterráneo, viendo tanto rostro agobiado, imaginé que diferente todo sería, si paz a la angustia le inyectamos, hallando en la tristeza positivas razones para viajar hacia la alegría. Inténtalo. ¡Ah! y no olvides que... "Yo te amo".  
(Por JSuarez)

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