domingo, 22 de marzo de 2020

Vivir o morir, pero con fe.


El temor que en mí desata la pandemia del Coronavirus, ha hecho, contradictoriamente, que también se desate mi valor.  No tengo el control de la situación en general. Lo que sí tengo es dominio sobre mis emociones frente a ello.
Elegir, sigue siendo el tema. Miedo y derrota. Pánico y desesperanza- o miedo y fortaleza,  Angustia en calma. Vivir o morir pero con Fe.

La fe es poder. No es la repetidera fastidiosa de una oración, dicha en la mayoría de los casos con enojo, desespero, sin entender muchas veces lo que se dice.  Tener fe es nuestro privilegio, no la obligación de Dios. La fe es antes del actuar de Dios. No obstante por siglos hemos esperado lo opuesto. La fe es dar por hecho lo que aún sin tenerlo se agradece.  La fe es sentir que todo está bien, pese a que la tierra tiemble.

Hoy he decidido que aunque tenga miedo, no es el pánico lo que ocupa el trono. Dios es el que reina. De quién se tenga en el solio o aquello que le permitamos que lo ocupe, depende la dirección de nuestra vida.  En lo personal, casi nunca he reconocido con sincera humildad que Dios es el Rey, aunque he ido a misas, cultos, retiros, aunque le digo a muchos constantemente que el Señor les bendiga. Aunque he rezado rosarios y padres nuestros por montón...

Hoy no me apego a la vida, ni me aferro a la muerte. Le entrego a Dios el control. Si sobrevivo o fallezco, llegaré al final de mis días, viviendo el momento con la calma de su amor, que se manifiesta incluso entre lágrimas y dolor.  A quienes tienen fe y a quienes no la tienen, a todos nos llueve por igual. Pero al final quedará en pie y triunfante, quien sobre la roca de la fe construya su hogar espiritual.

Hoy decidí mantenerme informado del Coronavirus pero sin ahogarme en el tema. Decidí escribir de nuevo, algo que siempre me ha gustado, y que casi nunca he usado como don. Hoy decido dejar a Dios actuar sin decirle, sin gritarle qué debe hacer. Le expongo con respeto mis anhelos y en sus manos los dejo, con la seguridad, que su voluntad trae bien, así se cumplan o no mis deseos. Una voluntad que al ser aceptada y bendecida, trae una paz mágica, aun cuando dificultades acechan.   Hoy dejo de juzgarme por lo que no soy o por lo que fuí. Hoy me acepto como soy, me perdono y me empiezo a amar. Lo mismo hago con relación a los demás. Hoy reconozco que Dios todavía es mi alfarero, que sigue moldeando mi ser. Y que aunque su obra en mí no esté finalizada, su hijo siempre seré.

Es tiempo adecuado para que dejes fluir lo mejor de ti. Escribe, pinta, cocina, canta, decora, limpia, que se yo... Todos tenemos algo que nos ayuda a sentirnos bien y al mismo tiempo, ser algo útiles. Vivir o morir, pero con fe.

(Por Javier Suárez- Susurro )

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