lunes, 6 de abril de 2020

Una misa extraña, un miedo latente, una fe vigente.




Por mi horario de pico y cédula salí con tapabocas a la tienda. Observé como el Ejército instalaba un pequeño púlpito en el separador de la avenida. Recordé que era el inicio de la semana mayor. El inicio de una Semana que de debe ser ahora más Santa que nunca.

El sacerdote católico invitaba a las personas a participar de la eucaristía desde sus balcones. Los mismos que le han dado respiro a los pulmones agobiados por un aislamiento necesario pero estresante. Poca gente lo hizo. Fue una misa extraña.  El miedo era latente, a la vez  la fe seguía vigente.

Impactante tal instante. De aquellos hechos que si se sobrevivo, los recordaré tranquilamente, deseando obviamente que la humanidad no vuelva a experimentar tal zozobra, aunque se la merezca, aunque ella misma la genere.

"La pandemia del coronavirus es cruel, pero más cruel es la pandemia de la poca fe" pronunció el sacerdote, haciéndose oír por medio de poderosos amplificadores de sonido. Su frase coincidía con lo que he experimentado estos días, episodios de pánico, de angustia, de una desesperanza que asfixia tanto o más que el virus, y de los cuales he escapado respirando fe.

Dios está en el trono, me he repetido calmadamente mientras el miedo busca contagiar mi espíritu. Dios conmigo nada contra mí. Estoy a salvo en sus manos. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece... y entonces poco a poco esa agonía macabra desaparece. Sigo respirando lenta y profundamente. Medito después; si a Dios ya le entregue el control de mi vida, mis miedos, mis valentías, mis vergüenzas, mis deseos, entonces no debo seguir temiendo. Pase lo que pase, bajo su santa voluntad todo está bien. Eso es fe. Se tranquiliza mi alma, mi cuerpo cesa de experimentar esos raros escalofrios, mi mente se aplaca y disminuyen mucho los pensamientos negativos.

Volviendo al tema de la misa, otra escena, que aunque triste fue más divina... El cura repartiendo la comunión a través de las rejas y a las pocas personas que conservando la distancia prudente, se retiraban los tapabocas brevemente.

Luego la bendición final y de nuevo al aislamiento físico, pero no espiritual. No olvides que... Dios contigo, conmigo, pase lo que pase, todo está bien. Si crees tienes la razón, sino crees, también la tienes.

Por Javier Suárez (Susurro)

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