viernes, 27 de junio de 2008

Cruel venganza

Jamás había escuchado que un hombre se vengara con tanta crueldad de su esposa por la infidelidad de ella. La inolvidable situación ocurrió en una ciudad de Nueva Jersey.

Ramón Alejandro Parangaricutirinicuaro, llegó a los Estados Unidos en busca del sueño americano, lo que encontró fue la infidelidad norteamericana. Sería un inmigrante común y corriente pero su apellido y celos lo hicieron algo especial.
Cuando conoció a su hermosa esposa pensó que había tocado el cielo con sus manos, pues ella mide casi 6 pies de altura, mientras que él, tan sólo 5 pies dos pulgadas. Algo que a Parangaricutirinicuaro no le incomodaba. Afirma que acostados en el sofá de su casa la diferencia de estatura no se notaba, ni importaba. El sofá que cuenta Rafael era muy grande, muy cómodo, y aunque el mueble era más antiguo que la historia de Roma, la gigante esposa adoraba, cuidada, defendía ese viejo sofá.
Parangaricutiri… (¡ Caramba! Todavía no sé si es más fácil escribir o pronunciar tan exótico apellido). En fin, Rafael trabajaba tiempo completo, tiempo extra, fuera de tiempo, hasta con mal tiempo. Era un trabajador incansable. Compensar la dedicación al hogar de su amada esposa era algo que requería de sacrificios. No todos los hombres podían tener a una compañera sentimental tan hermosa, tan alta, tan hogareña, tan apasionada, tan "fiel". Virtudes que sólo por cuatro horas diarias podían ser disfrutadas por Rafael, aunque el cansancio lo mantuviera dormido en el viejo y amplio sofá.
En plena tormenta de nieve, cuando muchas empresas habían cerrado, incluyendo la compañía en donde trabaja Parangaricutirinicuaro, la comprensiva esposa lo convence de aprovechar la tormenta para ganar un dinerito extra. La idea propuesta era recorrer las calles en busca de personas que necesitaran ayuda para remover la nieve. Rafael pensó que en la vida llegaría muy lejos con su mujer , por el interés que ella tenía en hacer más dinero, aunque ello implicara que el "hombre" del hogar permaneciera fuera de su casa el mayor tiempo posible.
Ese día, Rafael no llegó tan lejos en la vida. Se resbaló en la nieve y se lastimó un tobillo. Quizó seguir paleando, pero su amigo Camilo le dijo que regresara a casa y descansara en ese viejo sofá, que sin duda alguna estaría calientico. Tan tentadora oferta logró su atención y sin llamar a su esposa decide regresar a casa para darle una sorpresa. ¡ Sorpresaaaa!, la alta, dedicada y apasionada esposa estaba acostada en el sofá con el vecino.
Fue una semana después que se supo de la venganza, la forma como Rafael cobró la infidelidad de su esposa. El resultado de una furia sin control. La decisión tomada por un corazón lastimado. Los amigos le preguntaron : ¿ Qué hiciste Rafael ? – él respondió con firmeza : ¡ vendí el sofá! Su esposa ya no tendría más al viejo y cómodo cómplice de sus infidelidades.
Lo anterior es una curiosa y quizás aburrida forma de narrar un chiste clásico. Pero también puede ser una señal para indicar que ante un problema sentimental, pasional, existen finales o caminos diferentes a la violencia doméstica , a dejar huérfanos niños inocentes, al asesinato, a la cárcel, al hospital, a la muerte. ¿… Y tú, tienes sofá?
(Artículo publicado en el periódico hispano ¨Personalidades¨de New Jersey)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No olvides dejar tu comentario